Hoy se ha aprobado la Ley de dependencia, en mi opinión la Ley más importante de toda la legislatura. El ruído impedirá que esta iniciativa tenga el protagonismo que merece. Da igual, es una Ley contra el silencio, contra la soledad, contra el dolor. No es una ley de derechas, es una ley de derechos.
No se puede ser libre sin derechos. Y no hay ninguna mujer, ningún hombre que pueda ser libre, que pueda ser dueño de su destino si no goza de buena salud, si no cuenta con una buena educación, si está desprotegido de las inclemencias de la vida. Por eso se impulsó en 1985 la Ley de educación obligatoria, básica y gratuita, por eso se creó en 1986 el Sistema Nacional de Salud, y por eso se conquistaron en 1990 las pensiones asistenciales.
Educación, salud y pensiones son los tres pilares del Estado de Bienestar. Fueron tres grandes logros que nos están haciendo crecer como ciudadanos y como país. Pero hacía falta más: el cuarto pilar.
Hay gente que no puede. Hay ciudadanas y ciudadanos que no pueden levantarse de la cama, que no pueden comer, que no pueden asearse sin la ayuda de otra persona. Si sólo hubiera un ser humano obligado a vivir así, sufriendo dependencia aguda o severa, habría que hacer algo, habría que hacer política. Pero no es uno, son 1.125.000. Mucho más de un millón de mujeres y hombres que no tenían reconocido el derecho a la asistencia y la cobertura pública. Mucho más de un millón de personas que reciben el cariño y el cuidado de sus familiares, mayoritariamente, como siempre, mujeres. Cuidadores, cuidadoras que también sufren, que se sienten agotadas, deprimidas, sin vacaciones, sin tiempo para plantearse la posibilidad de tener un trabajo.
La Ley de la Dependencia establece en España un nuevo derecho, se garantiza la atención y los cuidados a las personas dependientes. También ellas y ellos -más que nosotros- merecen una España mejor. Por eso, a partir de hoy, viviremos en un país más justo y más decente.