27 octubre 2006

De plástico azul

En los hospitales hay una unidad del dolor, un lugar que es el reconocimiento de un fracaso. Allí no se cura, se cuida. Se alivia. Hay días en los que uno tiene ganas de arrancarse el corazón y dejarlo allí. Si fuera posible…

Si fuera posible, estaría casi en la puerta, en la última calada. Entraría. Esperaría en la silla azul mientras atienden a ese hombre. Le duele terriblemente una mano que ya no tiene. La enfermera sabe que suele pasar tras una amputación. Ella prefiere que grite a que pregunte dónde está su mano. Sabe que siempre hay un lugar, incluso para lo que no tenemos. Una sección de sueños perdidos, un cementerio baldío, un vertedero de vendas, fetos y sangre vieja. Mejor que él no lo sepa, mejor si sólo busca en su memoria las raíces del dolor.