31 agosto 2008

encarnada

"La llevaba tan incrustada en la conciencia, que, al parecer, me pasé el primer año de colegio convencido de que todas y cada una de mis profesoras eran mi madre disfrazada. Echaba a correr en cuanto sonaba el timbre de salida, e iba todo el camino preguntándome si llegaría a casa con tiempo de pillar a mi madre antes de que volviera a transformarse. Pero siempre, invariablemente, la encontraba ya en la cocina, poniéndome el vaso de leche con galletas. Su proeza, sin embargo, en lugar de empujarme a renunciar al engaño, lo que hacía era intensificar el respeto que me inspiraban sus poderes. Y, también, el hecho de no sorprenderla entre encarnación y encarnación venía a suponer un alivio, de todas formas, aunque yo no cejara en el intento. Me constaba que mi padre y mi hermana no estaban al cabo de la calle en lo tocante a la verdadera naturaleza de mi madre, y que la carga de culpabilidad que, imganiba yo, me iba a caer sobre los hombros en caso de que alguna vez la pillase descuidada era más de lo que estaba dispuesto a aguantar a mis cinco años"

Primeras palabras de Philip Roth en "El mal de Portnoy"
Fotograma de "El cielo sobre Berlín"
Escrito minetras escuchaba "Never know" de Jack Johnson

Etiquetas:

30 agosto 2008

la promesa americana


A continuación, la traducción íntegra del discurso de aceptación de Obama de la Candidatura a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Demócrata. Ocurrió en Denver, el 29 de agosto de 2008:

"Al Presidente Dean y a mi gran amigo Dick Durbin y a todos los conciudadanos de esta gran nación.

Con honda gratitud y gran humildad, acepto la nominación a la Presidencia de los Estados Unidos.

Dejenme expresar mi agradecimiento al equipo histórico de candidatos que me ha acompañado en este viaje, y sobretodo a la que viajó lo más lejos – una campeona del trabajo por los americanos y una inspiración para mis hijas y las vuestras: Hillary Rodham Clinton. Al Presidente Clinton, que defendió el cambio como sólo él sabe hacerlo; a Ted Kennedy, que personifica el espíritu del servicio; y al próximo vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, te doy las gracias. Estoy agradecido de acabar este viaje con uno de los mejores hombres de estado de nuestros tiempos, un hombre a gusto con todo el mundo, desde líderes mundiales a los conductores de los trenes que coge todas las noches para volver a casa.

Al amor de mi vida, nuestra próxima primera dama, Michelle Obama y a Sasha y Malia, os quiero tanto y estoy tan orgulloso de vosotras.

Hace cuatro años, vine ante vosotros y os conté una historia de una unión breve entre un hombre de Kenya y una joven de Kansas que no eran ricos ni famosos, que compartían la creencia que en América su hijo podría lograr lo que se propusiera.

Es esta promesa que siempre ha distinguido a este país; que por el trabajo y el sacrificio, cada uno de nosotros puede llevar a cabo nuestros sueños individuales y unirnos en una gran familia americana para trabajar para que la próxima generación pueda cumplir sus sueños también.

Por eso estoy aquí esta noche. Porque desde hace 232 años, cada vez que la promesa ha peligrado, hombres y mujeres normales, estudiantes, soldados, granjeros y maestros, enfermeras y conserjes, han encontrado el valor de mantener la promesa viva,

Nos reunimos en uno de estos momentos determinantes; nuestro país está en guerra, nuestra economía en apuros y la promesa americana está amenazada una vez más.

Esta noche, más americanos están sin trabajo y más están trabajando más por menos.

Más de vosotros habéis perdido vuestros hogares y aun más estáis viendo como se cae el precio de vuestras casas.

Más de vosotros tenéis coches que no podéis financiar, recibos de la visa que no podéis pagar y matrículas que están fuera de vuestro alcance.

Estos desafíos no son todos obra del gobierno. Pero el fracaso de solucionarlos es un resultado directo de la política rota en Washington y las políticas fracasadas de George W. Bush.

América, somos mejores que en estos últimos ocho años. Somos un país mejor que eso.

Este país es más decente que uno donde una mujer en Ohio que está a punto de jubilarse se encuentra a una enfermedad del desastre, después de una vida de duro labor.

Este país es más generoso que uno donde un hombre en Indiana tiene que guardar los utensilios que ha utilizado durante 20 años y ver cómo se los llevan a China y empieza a llorar cuando explica que se sintió un fracasado cuando tuvo que ir a casa y contárselo a su familia.

Tenemos más compasión que un gobierno que deja que los veteranos duerman en nuestras calles y que sus familias caigan en la pobreza; que no hace nada mientras una de las principales ciudades americanas se hunde ante nuestros ojos.

Esta noche, digo al pueblo americano, a los demócratas, a los republicanos y a los independientes de esta gran tierra: ¡ya basta!

Este momento, estas elecciones, es nuestra oportunidad en el siglo XXI, de mantener viva la promesa americana.

Porque la semana que viene, en Minnesota, el mismo partido que os trajo dos mandatos de George Bush y Dick Cheney pedirá al país que les den un tercer mandato. Y estamos aquí porque queremos a este país demasiado para que los próximos cuatro años se parezcan a los últimos ocho.

El 4 de noviembre, tenemos que levantarnos y decir: “Ocho son suficientes”.

Que no quepa ninguna duda. El nominado republicano, John McCain, ha llevado el uniforme de este país con valentía y distinción y por ello le debemos nuestra gratitud y nuestro respeto. Y la semana que viene, oiremos también aquellas ocasiones cuando rompió con su partido como muestra de que puede traer el cambio que necesitamos.

Pero la historia está clara: John McCain ha votado con George Bush en 90% de las veces. Al Senador McCain le gusta hablar del buen juicio, ¿pero en realidad qué dice eso de su juicio cuando se piensa que George Bush tenía razón 90% de las veces? No sé lo que opináis, pero no estoy dispuesto a dar un 10% de posibilidades al cambio.

La verdad es que en un tema tras otro que podría cambiar nuestras vidas, en sanidad y educación y economía, el Senador McCain ha sido todo menos independiente. Ha dicho que la economía ha “progresado mucho” con su presidente. ha dicho que las bases de la economía están fuertes.

Y cuando uno de sus asesores – el hombre que escribió el proyecto económico – decía que los americanos sienten ansiedad, dijo que estábamos sólo sufriendo una “recesión mental” y que nos habíamos convertido en, cito, “una nación de ganadores”.

¿Una nación de ganadores?

Decírselo a los trabajadores orgullosos del sector automóvil en la factoría de Michigan que, después de enterarse de que iba a cerrar, siguieron yendo a trabajar con la misma dedicación día tras día porque sabían que había gente que confiaba en los frenos que fabricaban.

Decírselo a las familias de los militares que hacen frente a sus cargas silenciosamente mientras ven cómo sus queridos se ven a su tercera, cuarta o quinta misión. Ellos no son ganadores. Trabajan duro y contribuyen y siguen adelante sin quejarse. Esos son los americanos que yo conozco.

Ahora bien, no creo que el Senador McCain se preocupe por lo que está pasando en las vidas de los americanos. Creo que no lo sabe. ¿Por qué si no, definiría a la clase media como alguien que gana menos de 5 millones de dólares al año? ¿Cómo si no podría proponer centenares de millones de reducciones fiscales para las grandes empresas y las grandes corporaciones petrolíferas y ni un centavo de rebaja fiscal para los centenares de millones de americanos? ¿Cómo si no podría ofrecer un plan de salud publica que gravaría los beneficios de la gente o un plan para la educación que no haría nada para ayudar a las familias a pagar la universidad o un plan que privatizaría la seguridad social y jugaría con vuestra jubilación?

No es porque no le preocupa a John McCain. Es porque John McCain no lo entiende.

Durante más de dos décadas, se ha suscrito a esta antigua, desacreditada filosofía republicana: dar más y más a los que más tienen y la esperanza y la prosperidad llegan tarde o temprano a todos los demás. En Washington, lo llaman la Sociedad de la Propiedad, pero lo que significa de veras es: estáis solos.

¿No tienes trabajo? ¡Mala suerte! ¿No tienes seguro médico? ¡Mala suerte! El mercado lo arreglará. ¿Has nacido en la pobreza? Hazte a ti mismo, aunque no tengas con qué hacerlo. Estás solo.

Ya es hora que gocen de sus fracasos. Ya es hora que cambiemos América.

Porque nosotros los demócratas, tenemos medidas muy distintas de lo que constituye el progreso en este país.

Medimos el progreso según cuántas personas pueden encontrar un empleo que les permite pagar la hipoteca; si puedes ahorra un poco de dinero a finales de cada mes para poder ver algún día cómo tus hijos reciben su diploma universitario.

Medimos el progreso en los 23 millones de nuevos empleos creados durante la presidencia de Bill Clinton; cuando la familia americana media vio sus ingresos aumentar unos 7.500 dólares al año, en vez de bajar unos 2.000, como lo han hecho con George Bush.

Medimos la fuerza de nuestra economía no por el número de millonarios que tenemos o los beneficios de la Fortuna 500, sino por si alguien con una buena idea puede arriesgar y empezar una empresa, o si la camarera que vive de sus propinas puede tomar el día libre para cuidar de un niño enfermo sin perder su empleo; una economía que honra la dignidad del trabajo.

Nuestros valores fundamentales que utilizamos para medir la fuerza económica son si estamos cumpliendo con la promesa fundamental que ha hecho que este país sea grande; la promesa que es la única razón por la que estoy aquí esta noche.

Porque en la cara de los jóvenes veteranos que vuelven de Irak y Afganistán, veo a mi abuelo que se alistó después de Pearl Harbor, marchó con el Ejército de Patton y fue premiado por una nación agradecida con la oportunidad de ir a la universidad, bajo la Ley del Soldado.

La cara del estudiante que duerme sólo tres horas antes de trabajar en el turno de noche, me hace pensar en mi madre, que crió a mi hermana y a mí sola mientras trabajaba y aprobaba su título; que recurrió a los sellos de comida pero pudo de todos modos enviarnos a las mejores escuelas del país con la ayuda de los préstamos universitarios y las becas.

Cuando escucho a otro trabajador decirme que su fábrica ha cerrado, recuerdo a todos los hombres y mujeres del sur de Chicago que defendí y luché por ellos hace dos décadas después de que cerrara la fábrica de acero del barrio.

Y cuando oigo a una mujer hablar de las dificultades para empezar su propia empresa, pienso en mi abuela, que pasó de un puesto en un pool de secretarias hasta un puesto de gestión, a pesar de los años de exclusión de las promociones por ser una mujer. Ella es quien me enseñó a trabajar duro. Ella es quien renunciaba a comprar un coche o un vestido nuevo para sí misma para que tuviera yo una vida mejor. Derramó en mi persona todo lo que tenía. Y aunque ya no puede viajar, sé que me está viendo esta noche y que esta noche es su noche también.

No sé qué tipo de vidas John McCain piensa que viven los famosos, pero ésta es la mía. Estos son mis héroes. Sus historias me han formado. Y es en su nombre que pienso ganar estas elecciones y mantener viva mi promesa como Presidente de los Estados Unidos.

¿Cuál es esta promesa?

Es una promesa que dice que cada uno de nosotros tenemos la libertad de hacer de nuestra vidas lo que queremos pero también tenemos la obligación de tratar a los demás con dignidad y respeto.

Es una promesa que dice que el mercado tiene que premiar la iniciativa y la innovación y generar crecimiento pero que las empresas tienen que cumplir con sus responsabilidades y crear empleos americanos, cuidar de los trabajadores americanos y respetar las reglas.

Nuestra promesa es una que dice que el gobierno no puede resolver todos nuestros problemas pero lo que tiene que hacer es lo que no podemos hacer nosotros mismos; protegernos del daño y brindar a cada niño una educación decente; velar por que nuestra agua esté limpia y los juguetes seguros; invertir en nuevas escuelas y nuevas carreteras y nuevas ciencias y tecnologías.

Nuestro gobierno tiene que trabajar por nosotros, no contra nosotros. Tiene que ayudarnos, no dañarnos. Tiene que ofrecer oportunidades no sólo para los que más dinero e influencia tienen, sino para todo americano dispuesto a trabajar.

Ésta es la promesa de América: la idea que somos responsables de nosotros mismos pero podemos elevarnos o caer como una sola nación; la creencia fundamental que soy el protector de mi hermano; soy el protector de mi hermana.

Ésta es la promesa que tenemos que respetar. Éste es el cambio que necesitamos ahora. Dejarme explicar exactamente lo que significaría el cambio si soy Presidente.

Cambio significa un código fiscal que no premia a los lobbys que lo escribieron, sino a los trabajadores americanos y las PYMES que lo merecen.

Al contrario de John McCain, dejaré de dar rebajas fiscales a las corporaciones que deslocalizan los puestos de trabajo y empezaré a darlas a las empresas que crean empleo aquí, en América.

Eliminaré los impuestos sobre las plusvalías para las PYMES y las nuevas empresas que crearán los empleos de alto nivel y de altos sueldos de mañana.

Reduciré los impuestos un 95% par todas las familias trabajadoras. Porque en una economía como ésta,lo último que tenemos que hacer es incrementar los impuestos para la clase media.

Y para nuestra economía, nuestra seguridad y el futuro de nuestro planeta, fijaré una meta clara como Presidente: en diez años, acabaremos con nuestra dependencia del petróleo de Oriente Próximo.

Washington ha estado hablando de nuestra adicción al petróleo desde hace 30 años y John McCain ha estado durante 26 de ellos. Durante este tiempo, ha rechazado los estándares de eficiencia petrolífera para los coches, ha dicho No a las inversiones en energías renovables, a los carburantes renovables. Y hoy importamos el triple de petróleo que el día que el Senador McCain tomó posesión.

Ahora es el momento de acabar con esta adicción y entender que la perforación es una medida a corto plazo, no una solución a largo plazo.

Como Presidente, regularé nuestras reservas de gas natural, invertiré en tecnologías de carbón limpio y encontraré maneras de aprovechar de manera segura la energía nuclear.

Ayudaré a la industria automovilística con su reconversión para que se construyan los coches energéticamente eficientes del futuro en América.

Haré que sea más fácil para que el pueblo americano pueda comprar estos nuevos coches.

E invertiré 150 mil millones de dólares en los próximos diez años en fuentes de energías renovables baratas – las energías eólicas y solares y la próxima generación de biogasolinas; una inversión que nos llevará hacia nuevas industrias y 5 millones de nuevos empleos que paguen bien y no puedan ser deslocalizados.

América, ahora no es el momento de los pequeños planes.

Ahora es el momento de cumplir finalmente con nuestra obligación moral y dar a cada niño una educación de nivel mundial porque no podremos competir con menos en una economía mundial. Michelle y yo sólo estamos aquí esta noche porque nos dieron la oportunidad de tener una educación.

Y no estaré satisfecho con un América donde algunos niños no tienen una oportunidad, invertiré en educación infantil temprana.

Reclutaré un ejercito de nuevos maestros y los pagaré altos salarios y los daré más apoyo. Y a cambio, pediré niveles más altos y más responsabilidad.

Y guardaremos nuestra promesa con cada joven americano: si estás dispuesto a servir tu comunidad y tu país, haremos que puedas pagarte una educación universitaria.

Ahora es el momento de guardar por fin la promesa de un sistema sanitario barato y asequible para cada americano.

Si tienes un seguro médico, mi plan reducirá tus primas. Si no lo tienes, podrás recibir el mismo tipo de cobertura que los miembros del Congreso se otorgan a sí mismos.

Y como vi a mi madre pelear con los seguros mientras moría en su cama de un cáncer, aseguraré que estas empresas dejan de discriminar contra los enfermos y los que más necesitan los cuidados.

Ahora es el momento de ayudar a las familias con los días pagados por enfermedad y mejorar el descanso parental porque nadie en América tiene que tener que elegir entre mantener su empleo y cuidad de un niño o un pariente enfermo.

Ahora es el momento de cambiar nuestra ley de quiebra, para que las pensiones estén protegidas antes que los beneficios de los Presidentes de empresas y ahora es el momento de proteger la seguridad social de las generaciones venideras.

Y ahora es el momento de guardar la promesa de igualdad de salarios para el mismo trabajo porque quiero que mis hijas tengan exactamente las mismas oportunidades que vuestros hijos.

Ahora bien, muchos de esos planes costarán dinero y por eso he explicado cómo pagaré cada centavo: cerrando las lagunas empresariales y los paraísos fiscales que no ayudan a que América crezca.

Pero revisaré también el presupuesto federal, línea por línea, eliminando los programas que ya no funcionan y haciendo los que necesitamos para trabajar mejor y que cuestan menos; porque no podemos encararnos a los desafíos del Siglo XXI con una burocracia del Siglo XX.

Y Demócratas, tenemos que admitir también que cumplir la promesa de América requerirá más que sólo dinero. Requerirá un sentido renovado de la responsabilidad de cada uno de nosotros para recobrar lo que John F Kennedy llamó “nuestra fuerza intelectual y moral”.

Sí, el gobierno tiene que liderar en la independencia energética, pero cada uno de nosotros podemos contribuir haciendo que nuestras casas y empresas sean más eficientes.

Sí, podemos ofrecer escaleras hacia el éxito para los jóvenes que han caído en vidas de crimen y desesperanza.

Pero tenemos que admitir que los programas no pueden sustituir a los padres; que el gobierno no puede apagar la tele o hacer que una niña haga sus deberes; que los padres tienen que asumir más responsabilidad, brindar el amor y la orientación que sus hijos necesiten.

La responsabilidad individual y la responsabilidad mutua: éste es la esencia de la promesa americana.

Y de la misma manera que cumplimos con nuestra promesa hacia la próxima generación aquí en casa, tenemos que guardar la promesa de América fuera de nuestra fronteras.

Si John McCain quiere un debate sobre quién tiene el temperamento, el juicio, para servir como el próximo Comandante en Jefe, es un debate que estoy dispuesto a mantener.

Porque mientras el Senador McCain estaba codiciando Irak justo después del 11-S, me levanté y me opuse a la guerra, sabiendo que nos distraería de las amenazas reales que se avecinan.

Cuando John McCain declaró que nos la podríamos arreglar en Afganistán, yo argumentaba que necesitábamos más recursos y más tropas para acabar con la lucha contra los terroristas que nos habían atacado el 11-S y dejé claro que teníamos que eliminar a Osama bin Laden y sus tenientes.

A John McCain le gusta decir que perseguirá a bin Laden hasta a las Puertas del Infierno pero no entra ni siquiera en la cueva donde vive.

Y hoy, mientras el gobierno iraquí e incluso la administración de Bush han hecho eco de mi llamamiento para un plazo de retirada de nuestras tropas de Irak, incluso después de enterarnos de que Irak tiene un superávit de 79 mil millones de dólares mientras nos revolcamos en nuestros déficits, John McCain se erige solo en su negativa testaruda de acabar una guerra equivocada.

Ése no es el juicio que necesitamos. No protegerá a América. Necesitamos un Presidente que pueda enfrentarse a las amenazas del futuro, no uno que se aferra a las ideas del pasado.

No se vence a la red terrorista que opera en 80 país ocupando Irak. No se protege a Israel ni se disuade a Irán amenazando desde Washington.

No se puede defender de veras a Georgia cuando has abusado de las alianzas más antiguas.

Si John McCain quiere seguir a George Bush con más amenazas y malas estrategias, es su elección, pero no el cambio que necesitamos.

Somos el partido de Roosevelt. Somos el partido de Kennedy. Así que no me digáis que los demócratas no van a defender a este país. No me digáis que los demócratas no nos van a proteger.

La política exterior Bush-McCain ha despilfarrado el legado que generaciones de americanos – demócratas y republicanos – han construido y estamos aquí para restaurar este legado.

Como Comandante en Jefe, nunca vacilaré en defender esta nación pero sólo enviaré a nuestras tropas hacia el peligro con una misión clara y el compromiso sagrado de darles el equipamiento que necesitan en combate y el cuidado y los beneficios que merecen cuando vuelven a casa.

Acabaré la guerra en Irak de manera responsable y acabaré la lucha contra Al-Qaeda y los talibanes en Afganistán.

Reconstruiré nuestros ejércitos para estar listos para luchar en futuros conflictos.

Pero también renovaré la diplomacia dura, directa, que puede impedir que Irán obtenga armas nucleares y reducir la agresión rusa.

Construiré nuevas asociaciones para vencer las amenazas del Siglo XXI: la proliferación terrorista y nuclear; la pobreza y el genocidio; el cambio climático y las enfermedades.

Y restauraré nuestra posición moral para que América sea una vez más la última, la mejor esperanza para todos los que defienden la causa de la libertad, que ansían vidas de paz y que añoran un futuro mejor.

Éstas son las políticas que llevaré a cabo. Y en las próximas semanas, espero debatir sobre ellas con John McCain.

Pero lo que no haré es sugerir que el senador toma posición por propósitos políticos. Porque una de las cosas que tenemos que cambiar en nuestra política es la idea de que el pueblo no puede estar en desacuerdo sin acusarse de falta de carácter o de patriotismo.

Estamos en un tiempo demasiado serio, lo que está en juego es demasiado importante para el partidismo. Estemos de acuerdo que el patriotismo no tiene partido.

Quiero a este país, y vosotros también, y también lo quiere John McCain.

Los hombres y las mujeres que sirven en nuestros campos de batallas pueden ser demócratas o republicanos o independientes, pero han luchado juntos y han sangrado juntos y algunos han muertos juntos, debajo de la misma y orgullosa bandera. No han servido a una América roja o azul – han servido los Estados Unidos de América.

Tengo una noticia para ti, John McCain. Todo ponemos al país primero.

América, nuestro trabajo no será fácil.

Los desafíos que se nos presentan requieren decisiones difíciles y los demócratas, igual que los republicanos, necesitaremos dejar de lado ideas antiguas y políticas del pasado.

Porque parte de lo que se ha perdido en los últimos ocho años no se puede medir sólo en la pérdida de ingresos o déficits comerciales. Lo que se ha perdido también es nuestro sentido de propósito común, nuestro sentido de un propósito más alto. Y eso es lo que tenemos que restaurar.

Puede que no estemos de acuerdo sobre el aborto, pero seguramente que estamos de acuerdo en reducir el número de embarazos no deseados en este país.

La realidad de la propiedad de armas puede ser diferentes para cazadores en las partes rurales de Ohio de las partes plagadas por la violencias de las pandillas en Cleveland pero no me digáis que no podemos defender la segunda enmienda y quitar los AK-47 de las manos de los criminales.

Sé que hay discrepancias sobre los matrimonios entre personas del mismo sexo pero seguro que podemos estar de acuerdo que nuestros hermanos y hermanos homosexuales o lesbianas se merecen poder visitar a la persona que quieren en el hospital o vivir libres de la discriminación.

La inmigración suscita debates apasionados, pero no conozco a nadie que beneficie de que una madre esté separada de su bebe o de que un patrón reduzca los ingresos americanos contratando a trabajadores ilegales.

Esto forma parte de la promesa de América también – la promesa de una democracia donde podemos encontrar la fuerza y la gracia de estrechar las divisiones y unir en un esfuerzo común.

Sé que hay algunos que desechan estas creencias como palabras sin fundamento. Declaran que nuestra insistencia en algo mayor, algo más firme y más honesto en nuestra vida pública es sólo un caballo de Troya para más impuestos y abandonar los valores tradicionales. Y no podemos esperar menos de ellos. Porque si no se tiene ideas frescas, pues se utiliza estratagemas rancias para dar miedo a los electores. Si no se tiene un historial para guiarse, pues se pinta al oponente como alguien del que hay que huir.

Se qué es lo que hace que unas grandes elecciones sean sobre cosas pequeñas.

¿Y sabéis qué? Ha funcionado en el pasado. Porque se nutre del cinismo que todos tenemos sobre el gobierno. Cuando Washington no funciona, todas sus promesas parecen vacías. Si vuestras esperanzas se han venido abajo una vez tras otra, pues es mejor dejar de esperar y conformarse con lo que ya sabéis.

Lo entiendo. Me doy cuenta de que no soy el candidato más probable para este mandato. No encajo con el típico pedigrí y no he pasado mi vida profesional en los salones de Washington.

Pero vengo ante vosotros esta noche porque en toda América algo se está moviendo. Lo que los detractores no entienden es que estas elecciones nunca han tenido que ver conmigo. Han tenido que ver con vosotros.

Durante 18 meses, os habéis levantado, uno a uno y habéis dicho basta a la política del pasado.

Entendéis que en estas elecciones, el gran riesgo que podemos correr es intentar hacer la misma antigua política con los mismos antiguos personajes y esperar un resultado diferente.

Habéis mostrado lo que la historia nos enseña: que en momentos determinantes como éste, el cambio que necesitamos no viene de Washington. El cambio llega a Washington.

El cambio ocurre porque el pueblo americano lo pide, porque se alza e insiste en nuevas ideas y un nuevo liderazgo, una nueva política para un nuevo tiempo.

América, este es uno de estos momentos.

Creo que cuan difícil va a ser, el cambio que necesitamos está llegando. Porque lo he visto. Porque lo he vivido.

Lo he visto en Illinois, cuando dimos asistencia sanitaria a más niños y llevamos a más familias del paro al trabajo.

Lo he visto en Washington, cuando trabajamos entre partidos para abrir el gobierno y pedir más cuentas a los grupos de presión, a dar más y mejores cuidados a nuestros veteranos y alejar las armas nucleares de las manos de los terroristas.

Y lo he visto en esta campaña. En los jóvenes que han votado por primera vez y en los que se han involucrado después de mucho tiempo. En los republicanos que nunca pensaron que cogerían una papeleta demócrata, pero lo hicieron.

Lo he visto en los trabajadores que preferirían reducir sus horas diarias antes de ver a sus amigos perder el empleo; en los soldados que se re-alistan después de perder un pierna; en los buenos vecinos que acogen a un extraño cuando golpea un huracán o las aguas de una inundación suben.

Este país nuestro tiene más riqueza que ninguna nación pero eso no es lo que nos hace ricos. Tenemos el ejército más poderoso del planeta, pero eso no es lo que nos hace fuertes. Nuestras universidades y nuestra cultura son la envidia del mundo pero eso no es lo que hace que el mundo venga a nuestras costas.

Es este espíritu americano – esta promesa americana – lo que nos empuja hacia adelante incluso cuando el camino es incierto; que nos une a pesar de nuestra diferencias, que nos hace fijar la vista no en lo que se ve, sino en lo que no se ve, este lugar mejor a la vuelta del camino.

Esta promesa es nuestro mayor legado. es una promesa que hago a mis hijas cuando les arropo por las noches, una promesa que hacéis a vuestros hijos – una promesa que ha llevado a los inmigrantes a cruzar océanos y a los pioneros a viajar hacia el oeste; una promesa que llevó a los trabajadores a los piquetes y a las mujeres al derecho de voto.

Y es esta promesa que hace 45 años hoy, llevó a los americanos de todos los rincones de esta tierra a unirse en una plaza en Washington, ante el Memorial a Lincoln, y escuchar a un joven predicador de Georgia hablar de su sueño.

Los hombres y las mujeres que se reunieron allí habrían podido oír muchas cosas. Podrían haber oído palabras de ira y de discordia. Hubieran podido oír la orden de sucumbir al miedo y a la frustración de tantos sueños aplazados.

Pero lo que el pueblo oyó – gente de toda creencia y color, desde todos los caminos de la vida – es que en América nuestro destino está inextricablemente vinculado. Que juntos, nuestros sueños pueden ser uno,

“No podemos andar solos” declamó el predicador. “Y mientras andamos, tenemos que hacer la promesa que siempre iremos hacia adelante. Nunca volveremos”.

América, nunca podemos dar la vuelta.

No con todo el trabajo que quedar por hacer. No con tantos niños que educar y tantos veteranos que cuidar.

No con una economía que reparar y ciudades que reconstruir y granjas que salvar.

No con tantas familias que proteger y tantas vidas que sanar.

América, no podemos dar la vuelta.

No podemos andar solos.

En este momento, en estas elecciones, tenemos que comprometernos, una vez más, andar hacia el futuro.

Guardemos esta promesa – la Promesa americana – y en las palabras de las Escrituras mantengamonos firmes, sin vacilar, a la esperanza que profesamos.

Muchas gracias, que Dios os bendiga y que Dios bendiga los Estados Unidos de América".

Etiquetas:

29 agosto 2008

el regreso

He tenido que acostumbrarme a no poder olvidarte.


Fotograma del post "El cielo sobre Berlín"
Escrito mientras escuchaba "All i need" de Air

Etiquetas:

03 agosto 2008

hacia la otra orilla

Despego
para posar la mirada
en el tiempo.
No escribiré.
Puede que sí,
pero de otra manera.
Hablaremos a la vuelta.
Te echaré de menos.

Fotograma de "El cielo sobre Berlín"
Escrito mientras escuchaba "all i need" de radiohead

Etiquetas: