09 mayo 2013

Anna Karenina, Tolstoi


Recuerdo la caricia de la cortina sobre el suelo, el sonido del mar y aquella luz. Todo lo que podía hacerse era parar. Buscar un cigarro y salir a la terraza, dejar de leer para pensar. Anna Karenina puede ser admirada como un monumento o disfrutada como un tratado sobre el amor. Multiplicidad, parejas. Con todo, hay un breve instante, ni siquiera un párrafo que de verdad deslumbra. El principio de un amor entre un hombre y su hijo, Levin ante el nacimiento: 
  
"Lo que sentía por esa pequeña criatura era algo completamente distinto de lo que había esperado. No podía hablarse de alegría o satisfacción. Al contrario, lo que le embargaba era un miedo espantoso, desconocido hasta entonces, la conciencia de una nueva región vulnerable. Tan dolorosa era esa conciencia y tan grande su temor de que esa criatura indefensa pudiese sufrir que en un primer momento le pasó desapercibido el extraño sentimiento de alegría inmotivada e incluso de orgullo que le causó el estornudo del niño".