25 junio 2005

Brasil. ¿Derrotará la corrupción a la esperanza?


Llevo tiempo con ganas de hablar de lo que está sucediendo en Brasil. Pero reconozco que siento una gran simpatía por la ola de esperanza que fue capaz de generar Lula y el Partido de los Trabajadores, en un país que tiene un gran potencial para situarse como referente de justicia en América Latina y en los demás países a los que eufemísticamente llamamos ·en vías de desarrollo".

En mi opinión, el gran logro de Lula consistió en su capacidad de aunar en torno al mismo proyecto a sectores muy diversos: socialistas, cristianos de base y el movimiento de los sin tierra. Y lo hizo además en un momento que muchos considerábamos una especie de "punto de no retorno" para Brasil, como muestra un botón: el 1% de la población concentra una riqueza mayor a la que posee la mitad de los 180 millones de habitantes; tal distribución de renta es una de las dos peores entre 130 países analizados y apenas superior a la de Sierra Leona.

La victoria electoral fue realmente amplia, muchos analistas (fundamentalmente latinoamericanos), consideraron que Lula se encontraba ante una oportunidad semejante a la que tuvo Felipe González cuando accedió al poder. La comparación tiene su interés, aunque sería injusto no resaltar que la situación política, social y económica española era bastante mejor que la del Brasil de hace unos años.

Por otro lado, no fueron pocos los analistas (en este caso esencialmente europeos) que señalaron cuál podría ser el "talón de Aquiles" de Lula en un país tan clientelista como es Brasil: la corrupción.

Los primeros pasos del Gobierno brasileño estuvieron a la altura de las esperanzas que se generaron en la campaña electoral (especialmente el programa "hambre cero" y todo lo referente a educación). También fue un éxito la política económica desplegada en el ámbito de las relaciones internacionales. Sin embargo algunas otras reformas (sobretodo la agraria y las vinculadas al medio ambiente) no terminaban de llegar.

Conclusión: Brail podía andar más deprisa, pero por primera vez avanzaba en la dirección correcta. Hasta que saltaron a los medios de comunicación variuos casos de corrupción política, siendo uno de ellos especialmente grave porque afectaba al corazón mismo del proyecto del Partido de los Trabajadores, al Jefe de Gabinete del Presidente [ ver + ]

Como es lógico la popularidad de Lula ha caído inmediatamente. No son pocos quienes consideran que no está gestionando adecuadamente la crisis, entre otras cosas porque ha puesto barreras a las inevstigaciones y no ha sido capaz de transmitir la autocrítica. Ese es un gran error en el que suele caer la clase política: las ciudadanas y los ciudadanos estamos tan poco acostumbrados a que se nos pidan disculpas, que cuando eso sucede reaccionamos con generosidad.

No hay peor manera (y Felipe González fue un ejemplo evidente) de afrontar la corrupción que recurrir al cesarismo. Cuando un Presidente dice como ha dicho Lula: "en una casa que hace tiempo que no se limpia, cuando se comienza a limpiar empieza a aparecer mucha basura"; se obtiene un apoyo a muy corto plazo, porque en cuanto salte el siguiente caso se desboradrá la paciencia de la gente.

No deja de ser paradójico que la ciudadanía sea más exigente, en materia de corrupción, con los partidos progresistas que con los partidos conservadores. Pero también podemos verlo de otra manera y darnos cuenta de que el hecho de que existan diferentes varas de medir para unos y otros supone más que un obstáculo para la izquierda, una muestra de que la gente tiene interiorizado a través de qué camino se llega a la justicia.