21 julio 2005

Un dilema en el desierto

Gestionar la política exterior de un país nunca ha sido fácil, todavía lo es menos para un país como el nuestro. Lo que está ocurriendo en el Sahara refleja no sólo la complejidad de la situación internacional en la que se encuentra una potencia media como España, sino también las numerosas dificultades que existen para poder actualizarla. ¿Qué es lo que desde mi punto de vista está ocurriendo?

1. Desde el 11M la relación con Marruecos se ha situado entre las primeras prioridades del Gobierno español: Zapatero sabe que la primera obligación que tiene un Presidente del Gobierno es garantizar la vida, la seguridad de sus ciudadanos.

2. Por otro lado conviene recordar que, históricamente, la izquierda española siempre ha defendido la causa saharaui.

3. La población saharaui lleva demasiado tiempo esperando. No son pocos quienes defienden allí la necesidad de surja una insurrección armada, una especie de "intifada", de la que ya se pueden observar algunos brotes.

4. En Rabat se ha decidido que este es el momento para cortar de raiz cualquier posibilidad de que se recurra a la violencia. Todo parece indicar que han decidido aplicar directamente el terrorismo de estado en aquella zona -esa es la razón por la que los políticos españoles no consiguen ir más allá del aeropuerto-.

5. La suma de los anteriores puntos sitúa al Gobierno español ante el más viejo de los dilemas que pueden darse en política exterior: idealismo o realismo.

Supongamos que Moratinos apostase por el realismo -se paga el precio de no apayor a los saharauis a cambio de mantener e incrementar la colaboración de Rabat contra las redes terroristas-:

1. Alqaeda es una multinacional que, como todas las demás, necesita expandirse. No hacen estudios de mercado, porque utilizan un termómetro mucho más eficaz: la desesperación.

2. Creo que esa es la idea que mantienen también en la Casa Blanca, no en vano en la vecina Mauritania hay ya 3000 soldados norteamericanos.

3. La violencia engendra violencia: cuanto mayor sea la represión de Marruecos, mayores serán las probabilidades de que los saharauis que defienden hoy el camino de la intifada acaben optando por el terrorismo.

4. No es poco probable que, en términos de trazo grueso, una apuesta por el realismo acabe siendo "positiva" para los intereses españoles a corto plazo, pero conviene tener en cuenta la posibilidad de que los efectos no deseados acaben saliendo a la superficie a medio y/o largo plazo.

En mi opinión existe una alternativa: España tiene la oportunidad -y quizá también la obligación- de tomar la iniciativa, de actuar valientemente, de propiciar un diálogo que desembocase en un acuerdo -más que en un pacto- en el que las dos partes quedasen moderadamente insatisfechas. Podría barajarse, por ejemplo, la creación de un estado asociado a la coronoa de Marruecos.