05 septiembre 2005

El coronel en su laberinto

Hoy comienza el curso político 2005-2006 y lo hace con bastante normalidad. Cosa rara, imagino, para quienes vaticinaron que Zapatero se vería obligado a convocar nuevas elecciones al poco de haber sido elegido. De entonces a ahora el Partido Popular ha salido derrotado de las elecciones europeas, de las vascas, del referéndum sobre la Constitución de la UE y sobretodo ha perdido Galicia, uno de sus enclaves fundamentales. Mientras tanto el Gobierno ha retirado las tropas de Iraq, ha logrado involucrar a la comunidad internacional en la propuesta de la alianza entre civilizaciones, ha aprobado la Ley contra la violencia de género y el matrimonio entre las personas del mismo sexo, se han reconocido los derechos y deberes de 700.000 inmigrantes que estaban trabajando en nuestro país sin papeles, ha derrotado al Plan Ibarretxe democráticamente y parece estar encarrilando al terrorismo etarra en una vía muerta definitva. Todo ello con coste político cero.

Llama la atención el hecho de que Rajoy afirme que irá hoy a la reunión con Zapatero por "educación y civismo". Es difícil recordar, en la jóven historia de nuestra democracia, una señal de debilidad tan potente en un líder de la oposición: Rajoy no se sentará con su adversario a recibir información, a plantear críticas, a ofrecer propuestas, a discutir o a negociar. El líder del Partido Popular se ha levantado hoy con la sensación de que irá a la Moncloa como quien va al dentista, cree que saldrá con la boca anestesiada y menos muelas.

Todo el mundo considera que este año será crucial para Zapatero que tiene sobre la mesa tres cuestiones fundamentales: los estatutos, el terrorismo etarra y la reforma de la educación. En el Partido Popular seguirán diciendo que el Gobierno no tiene una idea clara sobre qué hacer con estos asuntos ni sobre cualquier otro que se ponga sobre la mesa, pero, simultáneamente, anuncian para febrero una conferencia en la que actualizarán su proyecto, es decir:

1-. El Partido Popular no variará su estrategia de oposición -al menos- hasta dentro de medio año,

2-. El Gobierno no podrá contar con la colaboración del principal partido de la oposición pero -mientras este no cambie- seguirá teniendo todas las vías para negociar con todos los demás grupos parlamentarios, lo que fortalecerá la imagen de que el PP se encuentra aislado en el Parlamento.

3-. El proceso de debate interno en el Partido Popular se pospone para dentro de seis meses -hasta el ecuador de la legislatura- demasiado tarde para cambiar de candidato, para modificar el rumbo.

Mariano Rajoy no lleva a cabo esta estrategia para conquistar el Gobierno, sino para mantenerse como líder del Partido Popular, por eso no le quedará más remedio que seguir apoyándose en Acabes, Zaplana, la Conferencia episcopal y Jiménez Losantos.

Sabe que esto significa encender la radio cada mañana y escuchar que su oposición debe ser más dura, sabe que abrirá diariamente los periódicos con el temor de quien espera que Piqué, Gallardón o cualquier otro compañero o compañera de partido le pida una señal hacia el centro, y sabe también que, en cualquier momento, puede volver a llamarle a Aznar desde su retiro en la FAES, desde esa especie de isla parecida a aquellas del Pacífico en las que habitaron los soldados japoneses mientras creían que la guerra no había terminado.