02 septiembre 2005

El valor de cada vida

Hace varios años no dudamos en señalar que las víctimas del ataque del 11S no eran las únicas, dijimos -como lo hicieron muchísimos- que esas muertes debían tener el mismo valor que las que desgraciadamente se estaban -y se están- produciendo en África o en cualquier otro lugar del mundo. Como no podía ser de otra manera, mantenemos esa idea.

De entonces a ahora, ha crecido la injusticia, la respuesta de Bush ha sido equivocada y probablemente malintencionada. Esa reacción ha generado mucho dolor y, paralelamente, un lento pero irrefrenable ascenso del antiamericanismo en todo el planeta.

Quizá no sea necesario, pero queremos afirmar ahora lo mismo pero al revés: las muertes de los inocentes iraquíes deben tener el mismo valor que la de los ciudadanos que están agonizando sin comida y sin agua en el estadio de Nueva Orleans. Son víctimas. Son inocentes. Habrá quien pueda pensar que recogen la mala gestión de un mal Presidente al que le eligieron, habrá quien pueda decir que la nación más poderosa no necesita nuestra ayuda, pero eso no debe impedir nuestra compasión.

Porque nuestro rechazo frontal de las tesis y las políticas de los neocons debe ser incompatible con el desprecio del dolor, de cualquier dolor. Defender el derecho a la vida, a la libertad de opinión, voto y expresión, significa comenzar por defender la integridad, las ideas, las palabras y las decisiones de quienes no piensan como nosotros. Es así como queremos luchar contra cada fundamentalismo.

Nadie merece enterrar a un ser querido o perder su casa. Ni siquiera quien negocie con el sufrimiento de los demás. Nos hemos enterado vía boingboing de que la Agencia norteamericana Federal para la Gestión de Emergencias sugiere unas pocas organizaciones a las que la gente puede hacer donaciones para ayudar a las víctimas de Katrina, la tercera de ellas -por detrás de la Cruz Roja- es la Operation Blessing puesta en marcha por el Pastor Pat Robertson, el tipo que pidió públicamente el asesinato del presidente venezolano Chavez. Sentimos asco y rebeldía pero ni odio ni rencor.