30 octubre 2005

Hombres

Fiel a mis rutinas me despierto, enciendo un cigarro, primer sorbo de café y a mirar la prensa. Llego al "The guardian", leo todos los titulares y me paro en el final de la página, justo donde se señalan las 5 noticias más visitadas de los últimos siete días. El premio de esta semana se lo lleva un artículo titulado: "El metrosexual deja paso al ubersexual" [ver].

Estando el mundo como está no deja de ser curioso que el interés de tanta gente se concentre en algo que, en apariencia, es tan superficial. Quizá no lo sea tanto. Recuerdo a una amiga solía decirle a los "machitos": "el hombre que estamos esperando no ha llegado todavía y vosotros no habéis terminado de marcharos".

El lento, necesario e irrefrenable proceso de liberación femenina comenzó a alterar la idea de lo que debía ser el hombre hace poco tiempo. Ellas llevan inmersas en su proceso desde hace años. Siempre he creido que, al menos en nuestro país, fueron pioneras nuestras madres. Mujeres que rompieron el hielo y a a las que deberíamos considerar heroinas anónimas.

Ahora nos toca a nosotros, pero estamos perdiendo el tren: damos palos de ciego. Todos los nuevos patrones de hombre que surgen no giran en torno a nuestro mundo afectivo sino a la propiedad, a nuestro rol de consumidores -"metrosexuales", "ubersexuales", "tecnosexuales", "tecnomachos"...-. Insistimos en el mismo error de siempre: los hombres seguimos definiendonos en función de lo que hacemos, tenemos o parecemos, no de lo que somos o nos gustaría ser. ¿Logrará nuestra generación encontrar la dirección correcta? Espero que si.