24 noviembre 2005

Gabilondo

Comentaba ayer con un amigo que las opiniones vertidas por muchos internautas tras el primer Telediario de Gabilondo, eran tan injustas como juzgar a alguien como amante el día en que ha perdido la virginidad. Por esta razón, he preferido esperar unas semanas para dar la mía.

Casi todas las críticas hacen referencia al ritmo del noticiario o a cuestiones de carácter mucho más superficial, pero todavía no he leído o escuchado a nadie con criterio que considere que la información que ofrece es de mala calidad. Ese es su principal aval y su valor añadido, eso será lo que le acabará consolidando en una posición de liderazgo. Todo lo demás es, simplemente, cuestión de tiempo.

Desgraciadamente nos estamos acostumbrando a consumir información en el peor sentido de la expresión. Lo que debería ser un derecho y también un deber ciudadano se ha transformado, como tantas otras cosas, en comida rápida. Si nos paramos a analizar cualquier otro noticiario podremos acabar concluyendo que sus recetas reúnen pocos ingredientes que además son fácilmente digeribles. Bastaría con señalar el creciente protagonismo de los sucesos, cada vez prolifera más el periodismo espectacular, las noticias dirigidas a los ojos en lugar de a la mente.

Es fácil comprobarlo, a cualquiera le costaría recordar los temas que trató Antena 3, Tele 5 o TVE, pero muchos podrían reconstruir el informativo de Cuatro. Eso es, exactamente, lo que pasa con la comida rápida: pasan un par de horas y vuelves a tener hambre. Gabilondo no sabe de colorantes, cocina a fuego más lento, pero sus ingredientes vienen de la huerta, por eso el sabor es más intenso. Por eso alimenta. Y aunque conviene no comer siempre en el mismo restaurante si que me atrevo a darle cuatro tenedores.