Halcones y palomas
Habrá quien piense que la estrategia emprendida por el Partido Popular es una mala noticia para la democracia. Evidentemente no es buena, pero conviene subrayar los aspectos más positivos. La derecha española que cuenta con una larga tradición golpista en España, ya dio un pequeño paso adelante en los últimos años de su oposición al Gobierno de Felipe González: el levantamiento no se llevó a cabo desde los cuarteles, sino desde las redacciones de los medios de comunicación conservadores. Ahora quieren darle al Gobierno de Zapatero “jarabe de calle” lo que, en cierto modo, es un avance.
En Génova 13 todavía no han asimilado que las movilizaciones deben llevarse a cabo desde el asfalto y no desde las alfombras. No es necesario ejercitar mucho la memoria para concluir que ninguna de las manifestaciones que se han celebrado ha surgido de abajo, todas se han impulsado y financiado desde arriba. Al señalar este aspecto no quiero decir que no sea completamente legítimo, sólo considero que, a largo plazo, es simplemente ineficaz. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse.
Hasta ahora el Partido Popular contaba únicamente con el apoyo de la jerarquía de la Iglesia Católica. Nadie puede dudar del potencial que tienen las parroquias españolas para surtir a la derecha de manifestantes y otros recursos humanos. Esa es una constante histórica en nuestro país. Pero no conviene caer en el error de proyectar esa asociación demasiado lejos: la Conferencia Episcopal no es un partido político, no es una organización que quiera el poder, su objetivo no es ese, es la influencia. Tienen una visión del universo que quieren expandir al mayor número posible de mujeres y hombres. ¿Podrán lograrlo si en la ciudadanía se extiende la sensación de que les preocupa menos lo espiritual que lo político, si se escoran políticamente con quien perjudican la convivencia? Esa es la clave.
Ahora mismo existen dos sectores en la Conferencia Episcopal: los halcones y las palomas. Los primeros, dirigidos por Rouco, creen que la influencia sólo es posible mediante una alianza política con la derecha española; los segundos representados por Blázquez se conforman con mantener el status quo –que no es poco-, manteniendo una neutralidad política. Fue Blázquez quien ganó los recientes comicios en la Conferencia Episcopal, en torno a él se agrupan, por ejemplo, los obispos gallegos, catalanes y vascos. Pero Blázquez no ha podido todavía consolidar su posición, Rouco no aceptó la derrota y sigue por libre.
“Las palomas” de Blázquez están dando, sin mucho ruído, los primeros pasos para propiciar una especie de “transición democrática” de la Conferencia Episcopal. Una transición que no pudo culminar Tarancón y que, desde entonces, se encuentra en suspenso. Durante los últimos pocos días hemos podido escuchar bastantes mensajes en esa línea bajo el ruido que siguen haciendo los halcones. Por su parte, el Gobierno sabe que esa transición sería un gran avance para la sociedad española y están dispuestos a realizar esfuerzos. Sobre la mesa hay dos grandes temas (educación y financiación) y un pequeño obstáculo: mientras Jiménez Lozanitos siga en la COPE no será posible propiciar las condiciones que den lugar a un diálogo, él es el mediático entre el Partido Popular y los púlpitos. Blázquez lo sabe y Montilla también. Por eso el Obispo ha dicho: “no queremos actuar a rebufo de las cuestiones que otros introduzcan en la sociedad ni por reacción a las iniciativas del Gobierno”. Por eso el Ministro ha dicho: “la COPE incita al odio y los obispos no hacen nada”.
La respuesta de la derecha política y mediática no se ha hecho esperar, Montilla está en el punto de mira. No sólo por la OPA de Gas Natural, sino también porque él ha asumido la misión de atacar a los halcones episcopales.
A día de hoy el estado de fuerzas es el siguiente:
1-. La derecha ofrece pancartas a la iglesia,
2-. El Gobierno da una de cal y otra de arena: ofrece diálogo en torno a la LOE y la financiación, pero ya jugó fuerte visitando el Vaticano.
3-. Los halcones episcopales no pueden llegar más lejos.
4-. Las palomas de Blázquez quieren afianzar su posición, desplazar a los halcones de Rouco, despedir a Jiménez Losantos e impulsar una “transición democrática”, una modernización de la Iglesia católica española.
5-. La derecha política puede quedarse sin el único aliado que tiene para llevar a cabo sus movilizaciones, lo que le perjudicaría tanto a la hora de reunir manifestantes, como ante la difícil tarea de romper su imagen de aislamiento.
El Partido Popular no se encontraría ante este escenario si no hubiera tratado de instrumentalizar a la Conferencia Episcopal. Su propio aislamiento les ha llevado a tensar demasiado la única cuerda de movilización con la que contaban. ¿Se romperá esa cuerda? Los halcones políticos y eclesiásticos saben que su apuesta es alta y las cartas pocas. Veremos que ocurre. De momento el Partido Popular dijo que se manifestaría el día 3, ahora renuncian a esa idea y hablan de “acto público”. No es por azar: dios nunca juega a los dados.
En Génova 13 todavía no han asimilado que las movilizaciones deben llevarse a cabo desde el asfalto y no desde las alfombras. No es necesario ejercitar mucho la memoria para concluir que ninguna de las manifestaciones que se han celebrado ha surgido de abajo, todas se han impulsado y financiado desde arriba. Al señalar este aspecto no quiero decir que no sea completamente legítimo, sólo considero que, a largo plazo, es simplemente ineficaz. Todo el mundo tiene derecho a equivocarse.
Hasta ahora el Partido Popular contaba únicamente con el apoyo de la jerarquía de la Iglesia Católica. Nadie puede dudar del potencial que tienen las parroquias españolas para surtir a la derecha de manifestantes y otros recursos humanos. Esa es una constante histórica en nuestro país. Pero no conviene caer en el error de proyectar esa asociación demasiado lejos: la Conferencia Episcopal no es un partido político, no es una organización que quiera el poder, su objetivo no es ese, es la influencia. Tienen una visión del universo que quieren expandir al mayor número posible de mujeres y hombres. ¿Podrán lograrlo si en la ciudadanía se extiende la sensación de que les preocupa menos lo espiritual que lo político, si se escoran políticamente con quien perjudican la convivencia? Esa es la clave.
Ahora mismo existen dos sectores en la Conferencia Episcopal: los halcones y las palomas. Los primeros, dirigidos por Rouco, creen que la influencia sólo es posible mediante una alianza política con la derecha española; los segundos representados por Blázquez se conforman con mantener el status quo –que no es poco-, manteniendo una neutralidad política. Fue Blázquez quien ganó los recientes comicios en la Conferencia Episcopal, en torno a él se agrupan, por ejemplo, los obispos gallegos, catalanes y vascos. Pero Blázquez no ha podido todavía consolidar su posición, Rouco no aceptó la derrota y sigue por libre.
“Las palomas” de Blázquez están dando, sin mucho ruído, los primeros pasos para propiciar una especie de “transición democrática” de la Conferencia Episcopal. Una transición que no pudo culminar Tarancón y que, desde entonces, se encuentra en suspenso. Durante los últimos pocos días hemos podido escuchar bastantes mensajes en esa línea bajo el ruido que siguen haciendo los halcones. Por su parte, el Gobierno sabe que esa transición sería un gran avance para la sociedad española y están dispuestos a realizar esfuerzos. Sobre la mesa hay dos grandes temas (educación y financiación) y un pequeño obstáculo: mientras Jiménez Lozanitos siga en la COPE no será posible propiciar las condiciones que den lugar a un diálogo, él es el mediático entre el Partido Popular y los púlpitos. Blázquez lo sabe y Montilla también. Por eso el Obispo ha dicho: “no queremos actuar a rebufo de las cuestiones que otros introduzcan en la sociedad ni por reacción a las iniciativas del Gobierno”. Por eso el Ministro ha dicho: “la COPE incita al odio y los obispos no hacen nada”.
La respuesta de la derecha política y mediática no se ha hecho esperar, Montilla está en el punto de mira. No sólo por la OPA de Gas Natural, sino también porque él ha asumido la misión de atacar a los halcones episcopales.
A día de hoy el estado de fuerzas es el siguiente:
1-. La derecha ofrece pancartas a la iglesia,
2-. El Gobierno da una de cal y otra de arena: ofrece diálogo en torno a la LOE y la financiación, pero ya jugó fuerte visitando el Vaticano.
3-. Los halcones episcopales no pueden llegar más lejos.
4-. Las palomas de Blázquez quieren afianzar su posición, desplazar a los halcones de Rouco, despedir a Jiménez Losantos e impulsar una “transición democrática”, una modernización de la Iglesia católica española.
5-. La derecha política puede quedarse sin el único aliado que tiene para llevar a cabo sus movilizaciones, lo que le perjudicaría tanto a la hora de reunir manifestantes, como ante la difícil tarea de romper su imagen de aislamiento.
El Partido Popular no se encontraría ante este escenario si no hubiera tratado de instrumentalizar a la Conferencia Episcopal. Su propio aislamiento les ha llevado a tensar demasiado la única cuerda de movilización con la que contaban. ¿Se romperá esa cuerda? Los halcones políticos y eclesiásticos saben que su apuesta es alta y las cartas pocas. Veremos que ocurre. De momento el Partido Popular dijo que se manifestaría el día 3, ahora renuncian a esa idea y hablan de “acto público”. No es por azar: dios nunca juega a los dados.
<< Home