SOMA
La Guerra contra las drogas -Peter Schwartz-:
"La guerra contra las drogas llegará pronto a su fin. No se ganará ni se perderá, y, desde luego, no se eliminará su consumo ilícito. La gente seguirá buscando su placer personal y sus adicciones incontrolables. No, el combate terminará porque los estupefacientes que conocemos desaparecerán.
La droga modelo del futuro está ya entre nosotros, es el cristal de metanfetamina, que está arrasando en EE UU y abriéndose paso en otros países. Es barata y fácil de fabricar, poco más que un Sudafed (descongestivo nasal que contiene seudoefedrina) mezclado con fertilizante para plantas. El fabricante obtiene el cien por cien de los beneficios; no se necesitan intermediarios ni mensajeros. Se fabrica con materiales adquiridos en el garaje o el sótano, por lo que su producción es prácticamente imposible de detener. Sólo se atrapa a los estúpidos e incompetentes.
De aquí a 30 años, los que permanezcan en el negocio serán fabricantes de drogas de diseño para ricos. Con el tiempo, se eliminarán los peores efectos secundarios, tal vez incluso la propia adicción. Los vendedores de esos estimulantes a la medida prepararán la experiencia química perfecta para quienes puedan pagarla. Hoy es ya corriente la combinación de cocaína con esquí, sexo u otras actividades físicas intensas; lo mismo ocurre con la marihuana y la creación musical. En el futuro, habrá drogas específicas para la comida, el golf, la jardinería… Como la metanfetamina actual, algunas sustancias podrán fabricarse en casa. Y todas estarán diseñadas para que los demás no detecten su consumo: nada de ojos rojos, tics nerviosos ni aletargamiento.
Este paso tendrá algunas consecuencias positivas. Los campos de opio en Afganistán y las plantaciones de coca de Colombia se marchitarán y permitirán crear nuevas realidades económicas en ambos países. La pérdida de unos cultivos lucrativos, al principio, molestará, pero los agricultores y los comerciantes dedicados a bienes legales, sometidos a impuestos y transparentes, acabarán por facilitar la construcción de sociedades saludables. Los portadores de cocaína no tendrán que pasar penalidades en las aduanas, y los camellos dejarán de pasar bolsas de heroína en el estómago. Los narcos no tendrán que blanquear miles de millones de euros ni pagar ejércitos privados, y las esquinas no estarán llenas de vendedores disputándose el territorio a tiros. La población carcelaria en los países occidentales disminuirá.
Pero, a medida que la violencia relacionada con el narcotráfico desaparezca y las drogas sean más seguras, su consumo será mayor. El límite entre los estimulantes legales (Viagra) y los narcóticos ilegales de placer y creatividad se difuminará. La presión política y social contra la drogadicción persistirá, pero cada vez se parecerá más a las campañas contra el uso de fármacos por parte de los deportistas. El consumo generalizado desatará debates sobre la justicia y la autenticidad: ¿Es mejor un músico consumidor de drogas que otro que componga e interprete de forma natural? ¿Es justo que sólo los ricos tengan las experiencias sexuales o culinarias más intensas?
Del mismo modo que el sistema legal está luchando con las nuevas realidades de la propiedad intelectual en la era digital, tendrá que esforzarse para controlar las innovaciones en la química del placer. Es posible incluso que recordemos con nostalgia la época en la que se perseguía a los contrabandistas y se incendiaban campos de coca. Los malos eran unos salvajes, en general extranjeros o matones de barrios bajos. Los nuevos traficantes serán químicos, a los que probablemente se atrapará por evasión de impuestos. También será más difícil odiar a los consumidores. Se parecerán mucho a cualquiera de nosotros."
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