04 enero 2006

Los girasoles ciegos

Entrar en una librería y encontrarse con un nuevo libro que pretenda rescribir nuestra historia es prácticamente inevitable. A veces, viéndoles apilados en sus distintas mesas uno tiene la sensación de que se encuentra como en tierra de nadie, entre trinchera y trinchera.

En 1936 mis abuelos no se conocían, en 1939 mis padres no habían nacido. Esa guerra me tendría que resultar ajena, tendría que pensar en ella como “aquella guerra”. Pero, increíblemente, me duele. Como le duele la pierna al amputado, exactamente así, lejana y sordamente, me duele.

Me cuesta olvidar lo que no he vivido.

Me cuesta pasar bajo la placa de mi pueblo en la que están escritos los muertos de un solo bando. La mitad derrotada sigue sin descansar en paz porque fue desterrada hasta de la memoria.

Me gustaría que nadie olvidase al Capitán Alegría, protagonista del primer relato de “Los girasoles ciegos”, que decidió rendirse al ejército de la República un día antes de que la guerra terminase porque no quería formar parte de la victoria.

P
O
R
Q
U
E

Recordar lo que nunca fue dicho no es rescribir, sino completar la historia y pasar página. Sin rencor, ni revanchismo, pero con justicia. Sin odio pero con dignidad. Con hambre de futuro.

[Información sobre "Los girasoles ciegos" de Alberto Mendez]