Paul Biya
De la suma de los talentos de Wayne Wang y Paul Auster surgió una película titulada “Smoke”. En ella no se abordan grandes temas, se nos sitúa simplemente ante la vida de los compradores y el propietario de un viejo estanco de Brooklyn. Uno de los personajes –escritor-, afronta una crisis vital y creativa, que sólo es capaz de superar cuando descubre que cada ser humano tiene una historia que contar. Así es como logra escribir un cuento de navidad que acaba siendo publicado en el New York Times. El cuento que hubiese querido leer o escribir no ha sido escrito, pero es tan cierto como tu propia vida.
Hace unos años, en un país muy, muy lejano –concretamente Camerún- hubo un chaval que dijo adiós a su familia y comenzó a caminar. Le llamaremos Paul Biya. A lo largo de todo este tiempo, Paul no se ha enfrentado a ningún dragón, pero ha derrotado a todo un desierto. No ha visto castillos ni murallas, pero saltó la valla de Melilla. Desde septiembre está en España.
Sin papeles. Sin trabajo. Bueno, si, ahora con las navidades le han contratado para hacer de Rey Mago –ya se sabe que no hay contrato más temporal que el de sus majestades de oriente-. Durante estos días en los que ha recolectado miles de sueños, ha podido comprobar también que no hay esperanza como la suya.
Feliz navidad. Feliz navidad que termina aunque el cuento continúe. Esta historia merece un final feliz o, mejor dicho, Paul Biya tiene derecho a un buen principio. Algo debería ocurrir.
Hace unos años, en un país muy, muy lejano –concretamente Camerún- hubo un chaval que dijo adiós a su familia y comenzó a caminar. Le llamaremos Paul Biya. A lo largo de todo este tiempo, Paul no se ha enfrentado a ningún dragón, pero ha derrotado a todo un desierto. No ha visto castillos ni murallas, pero saltó la valla de Melilla. Desde septiembre está en España.
Sin papeles. Sin trabajo. Bueno, si, ahora con las navidades le han contratado para hacer de Rey Mago –ya se sabe que no hay contrato más temporal que el de sus majestades de oriente-. Durante estos días en los que ha recolectado miles de sueños, ha podido comprobar también que no hay esperanza como la suya.
Feliz navidad. Feliz navidad que termina aunque el cuento continúe. Esta historia merece un final feliz o, mejor dicho, Paul Biya tiene derecho a un buen principio. Algo debería ocurrir.
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