De Madrid al cielo
El cine ha sido capaz de desarrollar un lenguaje propio en el que sólo los grandes maestros pueden desenvolverse con verdadera naturalidad. No más de cinco directores serían capaces de recrear la expresión de mi abuelo al comienzo de un flash back. Hacen falta grandes dosis de sensibilidad para concentrar todas las emociones que pasan por su cabeza durante los dos segundos posteriores a la siguiente pregunta: "Abuelo, ¿cómo jugaba el Real Madrid de las 5 Copas de Europa?".
El tuvo la suerte de ser testigo de aquellos acontecimientos. La España franquista no era muy propensa a las alegrías y el Paseo de la Castellana fue consolidándose domingo a domingo como uno de los pocos epicentros de felicidad colectiva.
"Aquello era otra cosa". La misma primera frase, siempre. Debió de serlo. "Hubo un periodo de cinco años en el que el Real Madrid tocó el cielo". No podía durar eternamente. El vuelo de Ícaro. Seguimos ganando, llegaron muchos otros trofeos, otros jugadores, pero ya no era igual.
Porque para un madridista ganar la Copa de Europa significa tocar el cielo.
El fútbol sólo es un juego, pero el día en que dejemos de jugarlo -porque los demás no entienden que mirando también se juega- no podremos salir de la oficina.
Mi abuelo comenzó a sufrir viendo a su equipo. Úlcera. Sú médico le recomendó dejar de ir al Bernabéu. Tuvo que conformarse con la televisión y con hacerse socio del Atlético de Madrid para verle perder. Pasó el tiempo, el doctor le recomendó que dejase de ver el fútbol por la televisión.
Cuando el Real Madrid juega, Rafael sale del salón, cierra la puerta, atraviesa el pasillo, entra en la habitación más alejada de la televisión y cierra otra puerta. Si el partido es muy importante, vuelve en el descanso a preguntar por el resultado.
El 20 de mayo de 1998 Mijatovic nos llevó al cielo. Ganamos -sí, ganamos- la final de la Copa de Europa treinta años más tarde. La séptima. Los nietos en casa. Mi abuelo estaba recién operado de una pierna, pero se puso unas zapatillas de ir por casa y comenzó a andar hasta la Cibeles.
La octava: Morientes, Mc Manaman, Raúl. Los nietos en casa. Cibeles.
La novena: Raúl, Zidane. Ese gol que cayó del cielo. Los nietos en casa. Cibeles.
El Real Madrid perdió ayer. Fue goleado. Encajó seis goles. Ícaro. No es la primera vez, pero duele más que si lo fuera. Hay quien no lo entiende. Hay quien nunca tocó el cielo.
Me duele la tripa.
Rafael tiene casi noventa años. Nadie sería capaz de reflejar su expresión cuando nos pregunta si podrá volver a la Cibeles. La décima.
Volverá. Volveremos. Y entonces, sólo entonces, de Madrid, al cielo.
El tuvo la suerte de ser testigo de aquellos acontecimientos. La España franquista no era muy propensa a las alegrías y el Paseo de la Castellana fue consolidándose domingo a domingo como uno de los pocos epicentros de felicidad colectiva.
"Aquello era otra cosa". La misma primera frase, siempre. Debió de serlo. "Hubo un periodo de cinco años en el que el Real Madrid tocó el cielo". No podía durar eternamente. El vuelo de Ícaro. Seguimos ganando, llegaron muchos otros trofeos, otros jugadores, pero ya no era igual.
Porque para un madridista ganar la Copa de Europa significa tocar el cielo.
El fútbol sólo es un juego, pero el día en que dejemos de jugarlo -porque los demás no entienden que mirando también se juega- no podremos salir de la oficina.
Mi abuelo comenzó a sufrir viendo a su equipo. Úlcera. Sú médico le recomendó dejar de ir al Bernabéu. Tuvo que conformarse con la televisión y con hacerse socio del Atlético de Madrid para verle perder. Pasó el tiempo, el doctor le recomendó que dejase de ver el fútbol por la televisión.
Cuando el Real Madrid juega, Rafael sale del salón, cierra la puerta, atraviesa el pasillo, entra en la habitación más alejada de la televisión y cierra otra puerta. Si el partido es muy importante, vuelve en el descanso a preguntar por el resultado.
El 20 de mayo de 1998 Mijatovic nos llevó al cielo. Ganamos -sí, ganamos- la final de la Copa de Europa treinta años más tarde. La séptima. Los nietos en casa. Mi abuelo estaba recién operado de una pierna, pero se puso unas zapatillas de ir por casa y comenzó a andar hasta la Cibeles.
La octava: Morientes, Mc Manaman, Raúl. Los nietos en casa. Cibeles.
La novena: Raúl, Zidane. Ese gol que cayó del cielo. Los nietos en casa. Cibeles.
El Real Madrid perdió ayer. Fue goleado. Encajó seis goles. Ícaro. No es la primera vez, pero duele más que si lo fuera. Hay quien no lo entiende. Hay quien nunca tocó el cielo.
Me duele la tripa.
Rafael tiene casi noventa años. Nadie sería capaz de reflejar su expresión cuando nos pregunta si podrá volver a la Cibeles. La décima.
Volverá. Volveremos. Y entonces, sólo entonces, de Madrid, al cielo.
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