29 mayo 2007

erradiquemos la corrupción

El Partido Popular se esforzó por hacer del terrorismo el principal eje de la campaña electoral. Es difícil de discutir aunque, en mi opinión, es todavía más difícil de aceptar. Por otro lado, el Partido Socialista, puso el énfasis en la lucha contra la corrupción urbanística, una cuestión en la que convergen la salud de nuestra democracia, el sistema productivo de nuestro país, la calidad en el empleo, la sostenibilidad y el derecho a una vivienda digna.

Sin embargo, el impacto electoral de la lucha contra la corrupción, en las alcaldías y regiones más afectadas ha sido poco relevante.

Con cierta frecuencia, al hablar de corrupción política, pensamos en términos sanitarios, recurrimos a símiles como el de “tumor” y, como consecuencia, mencionamos la necesidad de que se extirpen para garantizar la salud de nuestra sociedad.

No se si es pronto, no se si es alarmista, afirmar -a la luz de los resultados electorales- que nos encontramos ante tumores que cuentan con raíces más fuertes y extensas de lo que pensábamos. Pero tengo una certeza.

Creo que es acertado situar a la lucha contra la corrupción urbanística como una de las principales prioridades políticas de nuestro país. Es una convicción que brota de los valores democráticos -eso ya sería más que suficiente-, pero que también responde a la necesidad de modernizar este país. No creo que el urbanismo salvaje sea el motor económico adecuado de nuestros municipios. Ni es justo, ni es productivo. Erradicar la corrupción es posible, pero sobre todo es necesario.

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