04 junio 2008

obama, viva la vida


Hay días que empiezan bien. Despierto, pongo el café en el micro, miro el móvil, 7 mensajes: "Obama ha ganado!", todos de amigas y amigos que llevan escuchándome hablar del Candidato demócrata a la Casa Blanca desde febrero de 2007. Primer sorbo, miro mi gmail y "Violet hill" el single del album "Viva la vida" de Coldplay.

A continuación, la traducción íntegra del discurso de Obama de anoche. Yo que tú daría al play del videoo y empezaría a leer:

"Hoy, después de cincuenta y cuatro contiendas duramente libradas, nuestra serie de primarias llega a su fin.

Dieciséis meses han pasado desde que estuvimos juntos en las marchas del Old State Capitol en Springfield, Illinois. Hemos recorrido centenares de millas. Hemos oído a millones de voces. Y por lo que dijisteis; porque decidisteis que el cambio tiene que llegar a Washington; porque creísteis que este año tiene que ser distinto de todos los demás; porque elegisteis no escuchar a vuestras dudas ni vuestros temores, sino vuestras más grandes esperanzas y vuestras más altas aspiraciones, esta noche marcamos el fin de nuestro viaje histórico con el inicio de otro, un viaje que nos llevará hacia un día nuevo y mejor para América. Esta noche, vengo ante vosotros y os digo que seré el demócrata nominado para Presidente de los Estados Unidos de América.

Quisiera dar las gracias a cada americano que se unió a nosotros en el transcurso de esta campaña, en los buenos días y en los malos; de las nieves de Cedars Rapids al sol de Sioux Falls. Y esta noche quisiera agradecer a los hombres y a las mujeres que emprendieron este viaje conmigo como co-candidatos a Presidente.

En este momento determinante para nuestra nación, tendríamos que estar orgullosos de que nuestro partido presentó a los candidatos más dotados y calificados de su historia para ser Presidente. No he competido con ellos sólo como rivales, he aprendido de ellos como amigos, como servidores públicos y como patriotas que aman América y están dispuestos a trabajar incansablemente para que este país esté mejor. Son líderes de este partido, líderes de los que América dependerá en los años venideros.

Esto es particularmente cierto de la candidato que más ha viajado en esta campaña. La Senadora Hillary Clinton ha hecho historia en esta campaña no sólo porque es una mujer que ha hecho lo que ninguna mujer ha hecho antes, sino porque es una líder que inspira a millones de americanos por su fuerza, su valentía y su compromiso con las causas que nos han reunido a todos hoy aquí esta noche.

Hemos tenido nuestras discrepancias en los últimos dieciséis meses. Pero como alguien que ha compartido el escenario con ella muchas veces, os puedo decir lo que hace que Hillary Clinton se levante por la mañana – aun en circunstancias adversas – y es exactamente lo mismo que impulsó a ella y a Bill Clinton en su primera campaña en Tejas hace tantos años; lo que la hizo ir a trabajar por el Fondo para la Defensa de los Niños y la hizo luchar por la cobertura sanitaria como Primera Dama; lo que la llevó al Senado de Estados Unidos y alimentó su innovadora campaña para la presidencia: un deseo sin límites de mejorar las vidas de los americanos normales, cuán difícil fuera la lucha. Y podéis estar seguros de que cuando por fin ganemos la batalla por la cobertura sanitaria universal en este país, ella estará al centro de esta victoria. Cuando transformemos la política energética y saquemos a nuestros hijos de la pobreza, será porque ella trabajó para que ocurriera. Nuestro partido y nuestro país están mejor gracias a ella ,y yo soy mejor candidato por haber tenido el honor de competir con Hillary Rodham Clinton.

Hay quienes dicen que estas primarias nos han dejado más débiles y más divididos. Pues yo os digo que gracias a estas primarias, hay millones de americanos que han votado por primera vez. Hay independientes y republicanos que entienden que estas elecciones no sólo tienen que ver con un cambio del partido a cargo de Washington, sino que tiene que ver con la necesidad de cambiar Washington. El más gran número de la historia, de jóvenes, y afroamericanos, y latinos, y mujeres de todas las edades ha votado y ha inspirado a una nación.

Todos vosotros decidisteis apoyar a un candidato en el que creíais profundamente. Pero al final, no somos la razón por la que vinisteis e hicisteis cola durante manzanas y manzanas para haceros oír. No lo hicisteis por mí ni por la Senadora Clinton, ni por nadie más. Lo hicisteis porque sabéis en vuestros corazones que en este momento – un momento que definirá a toda una generación – nos nos podemos permitir seguir haciendo lo que hemos estado haciendo.

Debemos a nuestros hijos un futuro mejor. Debemos a nuestro país un futuro mejor. Y a todos los que sueñan con este futuro hoy, os digo: empecemos el trabajo juntos. Unámonos en un esfuerzo común para diseñar un nuevo camino para América.

En unos meses escasos, el Partido Republicano llegará a St. Paul con un propósito distinto. Vendrán a nominar a John McCain, un hombre que ha servido a su país heroicamente. Respeto este servicio y respeto sus numerosos logros, aunque ha decidido negarme los míos. Mis discrepancias con él no son personales, son con las políticas que ha propuesto durante esta campaña.

Porque mientras John McCain puede presumir legítimamente de momentos de independencia de su partido en el pasado, tal independencia no ha sido la marca de su campaña presidencial.

No es el cambio cuando John McCain decidió apoyar a Bush 95% del tiempo, como hizo en el Senado el año pasado.

No es cambio cuando ofrece cuatro años de políticas económicas de Bush que han fracasado en crear empleos con buenos sueldos, o asegurar a los trabajadores, o ayudar a los americanos a pagar gastos universitarios disparatados; políticas que han rebajado el ingreso real de la familia americana media, ensanchando la brecha entre Wall Street y Main Street y que ha dejado a nuestros hijos una montaña de deudas.

No es cambio cuando promete seguir con una política en Irak, pidiéndolo todo a nuestros valientes hombres y mujeres en uniforme y nada a los políticos iraquíes; una política que sólo contempla quedarnos en Irak, mientras gastamos millones de dólares en una guerra que no está haciendo que el pueblo americano esté más seguro.

Y por ello diré lo siguiente: hay muchas palabras que describen al intento de John McCain de hacer pasar su abrazo a George Bush por políticas novedosas. Pero el cambio no formará parte de ellas.

El cambio es una política exterior que no empieza y acaba con una guerra que nunca hubiera tenido que ser autorizada ni librada. No voy a fingir que hay muchas buenas opciones para Irak pero no es una opción dejar a nuestras tropas en aquel país durante los cien próximos años, sobretodo en el momento en el que nuestro ejército está en el límite de sus capacidades; nuestra nación está aislada y se está ignorando todas las demás amenazas a América.

Tenemos que tener tanto cuidado saliendo de Irak como no lo tuvimos entrando; pero tenemos que empezar a salir. Ya es hora que los iraquíes asuman responsabilidad para su futuro. Ya es hora de reconstruir nuestras fuerzas de seguridad y dar a nuestros veteranos el cuidado que necesitan y los beneficios que se merecen cuando vuelvan a casa. Ya es hora de reenfocar nuestros esfuerzos en el liderazgo de Al Qaeda y Afganistán y unir al mundo en contra de las amenazas comunes del siglo XXI: el terrorismo, las armas nucleares, el cambio climático y la pobreza, el genocidio y la enfermedad. Eso es cambio.

El cambio es darse cuenta de que hacer frente a las amenazas de hoy requiere no sólo fuerza bruta, sino la fuerza de nuestra diplomacia. Una diplomacia dura y directa donde el Presidente de los Estados Unidos no tiene miedo a decir a un dictadorcillo cuál es su posición y qué defiende. Tenemos que reconquistar la valentía y la convicción para liderar un mundo libre. Este es el legado de Roosevelt, y de Truman, y de Kennedy. Eso es lo que quiere el pueblo americano. Eso es cambio.

El cambio es construir una economía que recompensa no sólo la riqueza, sino el trabajo y los trabajadores que lo han creado.

Es entender que las dificultades de las familias trabajadoras no se pueden resolver gastando millones de dólares en reducciones fiscales para las grandes empresas y los ricos directores generales, sino dando a la clase media una reducción fiscal e invirtiendo en nuestras cochambrosas infraestructuras y transformando cómo utilizamos la energía y mejorando nuestras escuelas y renovando nuestro compromiso con las ciencias y la innovación.


Es entender que la responsabilidad fiscal y la prosperidad compartida pueden ir de la mano, como hacían cuando Bill Clinton era Presidente.

John McCain ha pasado mucho tiempo hablando de sus viajes a Irak en las últimas semanas pero talvez si pasara un poco de tiempo haciendo viajes a las ciudades y pueblos que están sufriendo más de esta economía – ciudades en Michigan y Ohio, y aquí también en Minnesota – entendería el tipo de cambio que la gente está esperando.

Talvez si se fuera a Iowa y se reuniera con la estudiante que trabaja en el turno de noche después de un día de clase y sigue sin poder pagar las facturas médicas de su hermana que está enferma, entendería que no se puede permitir cuatro años más de un sistema sanitario que sólo cuida de los ricos. Necesita que aprobemos un plan de seguridad social que garantiza seguro médico a cada americano que lo quiere y rebaja los recargos a todas las familias que lo necesitan. Esto es cambio.

Talvez si fuera a Pennsylvania y se reuniera con el hombre que ha perdido su trabajo pero no puede pagar la gasolina para buscar otro trabajo, entendería que no nos podemos permitir cuatro años más de esta adicción a la gasolina de dictadores. Este hombre necesita que aprobemos una política energética que trabaja con los fabricantes de coches para incrementar el ahorro de gasolina, hacer que las corporaciones paguen su contaminación y que las empresas petrolíferas inviertan sus beneficios históricos en un futuro energético limpio – una política energética que crearía millones de nuevos empleos que pagan bien y no pueden ser subcontratados. Este es el cambio que necesitamos.

Y talvez si pasara algún tiempo en las escuelas de Carolina del Sur o en St. Paul o donde habló esta noche en Nueva Orleáns, entendería que no nos podemos permitir que no haya dinero para "Ningún Niño Dejado Atrás", que se lo debemos a nuestros hijos, invertir en la educación infantil; para reclutar a un ejército de nuevos maestros y darles un mejor sueldo y más apoyo; para decidir finalmente que en esta economía global, la oportunidad de ir a la universidad no tendría que ser un privilegio para unos pocos privilegiados, sino el derecho por nacimiento de todo americano. Este es el cambio que necesitamos en América. Por ello me presento a Presidente.

El otro bando vendrá aquí en septiembre y ofrecerá una serie de políticas y posturas muy distintas, y espero con ganas este debate.

Es un debate que el pueblo americano se merece. Pero lo que no os merecéis es otras elecciones regidas por el temor, la insinuación y la división.

Lo que no escucharéis en esta campaña o partido es el tipo de política que utiliza la religión como una cuña, ni el patriotismo como una cachiporra; que considera a nuestros oponentes no como competidores que desafiar sino como enemigos que demonizar.

Porque nos llamamos demócratas y republicanos pero somos americanos primero. Siempre seremos americanos antes de todo.

A pesar de lo que el buen Senador de Arizona dijo esta noche, he visto a gente de puntos de vista y opiniones distintos hacer causa común durante mis dos décadas en la vida pública y yo mismo he unido a muchos. He andado de la mano de líderes de comunidades del Sur de Chicago y he visto cómo las tensiones se iban apagando cuando los negros, blancos y latinos luchaban juntos para buenos empleos y buenas escuelas.


Me he sentado en la misma mesa que defensores de derechos civiles y del orden público para reformar el sistema de justicia criminal que condenó a muerte a trece personas inocentes. Y he trabajado con amigos del otro partido para dar a más niños seguridad social y a más familias reducciones fiscales; para reducir la proliferación de armas nucleares y asegurar que el pueblo americano sepa en qué se están gastando los dólares de sus impuestos y para reducir la influencia de los grupos de interés que demasiado a menudo han decidido la agenda en Washington.

En nuestro país, he visto que esta cooperación ocurre no porque estamos de acuerdo en todo sino porque detrás de las etiquetas, las falsas divisiones y las categorías que nos definen, más allá de las mezquinas riñas que ocurren en Washington, los americanos forman un pueblo decente, generoso y compasivo, unido ante los desafíos y las esperanzas comunes. Y por ello muy a menudo, hay momentos que llaman a la bondad fundamental para que este país sea otra vez grande.

Así fue para el grupo de patriotas que declaró en una sala de Philadelphia la creación de una unión más perfecta y para todos los que dieron en los campos de Gettysburg y Antietam su último respiro de dedicación para salvar esta misma unión.

Fue la generación que conquistó el miedo de sí misma y liberó un continente de la tiranía e hizo que este país fuera la nación de la oportunidad y de la prosperidad.

Fueron los trabajadores que estuvieron en los piquetes de huelga; las mujeres que rompieron los techos de cristal; los niños que cruzaron el puente de Selma en nombre de la libertad.

Así ha sido para cada generación que ha hecho frente a los mayores desafíos y los pronósticos más improbables para dejar a sus hijos un mundo mejor, más amable y más justo.

Y así tiene que ser para nosotros.

América, éste es nuestro momento. Este es nuestro momento. Nuestro momento de pasar página sobre las políticas del pasado. Nuestro momento de aportar nueva energía y nuevas ideas a los desafíos que se nos presentan. Nuestro momento para ofrecer un nuevo rumbo al país que queremos.

El viaje es difícil. El camino es largo. Me encaro a este desafío con una profundad humildad, reconociendo mis propias limitaciones. Pero también me preparo con una fe ilimitada en la capacidad del pueblo americano. Porque si estamos dispuestos a trabajar, a luchar y creer, estoy absolutamente seguro de que en años miraremos atrás y contaremos a nuestros hijos que este fue el momento en el que empezamos a cuidar de los enfermos y dar buenos trabajos a los desempleados; este fue el momento cuando la subida de los océanos se ralentizó y nuestro planeta empezó a curarse; este fue el momento cuando acabamos una guerra y protegimos nuestra nación y restauramos nuestra imagen como la última, la mejor esperanza en la Tierra. Este fue el momento – este fue el tiempo – cuando nos unimos para rehacer esta gran nación para que siempre reflejáramos lo mejor de nosotros y nuestros más altos ideales. Muchas gracias, que Dios os bendiga, y que Dios bendiga a los Estados Unidos de América".

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