27 julio 2008

Discurso de Obama en Berlin



Traducción al castellano del discurso completo de Barack Obama en Berlín el pasado 24 de julio de 2008:

"Gracias a los ciudadanos de Berlin y al pueblo de Alemania. Quisiera agradecer a la Canciller Merkel y al Ministro de Asuntos Exteriores Steinmeier su bienvenida. Gracias al Alcalde Wowereit, al Senado de Berlin, a la policía y sobretodo gracias a todos vosotros por vuestra acogida.

Vengo a Berlin como tantos de mis compatriotas lo hicieron antes de mí. Esta tarde, no os hablo como candidato a Presidente sino como ciudadano; un ciudadano orgulloso de los Estados Unidos y un conciudadano del mundo.

Sé que no me parezco a los americanos que hablaron antes de mí en esta gran ciudad. El viaje que me ha llevado aquí es improbable. Mi madre nació en el corazón de América pero mi padre creció criando cabras en Kenia. Su padre – mi abuelo – fue un cocinero, un sirviente de los británicos.

En plena Guerra Fría, mi padre decidió, como tantos en los rincones más perdidos del mundo, que su ansia – su sueño – requería la libertad y la oportunidad prometidas por el Oeste. Y por ello escribió una carta tras otra a las universidades de toda América hasta que alguien, en alguna parte, contestó a su plegaria por una vida mejor.

Por eso estoy aquí, Y estáis aquí porque conocéis este ansia también. Esa ciudad, más que cualquier ciudad, conoce los sueños de libertad. Y sabéis que la única razón por la que estoy aquí esta tarde es porque hombres y mujeres de ambas naciones se unieron para trabajar, para luchar y sacrificarse por una vida mejor.

Nuestra es la asociación que empezó hace sesenta años este verano, el día que el primer avión americano aterrizó en Templehof.

Aquel día, una gran parte del continente estaba en ruinas. Los escombros de esta ciudad no habían construido aún el muro. La sombra soviética no había recorrido aún Europa del Este, mientras en el Oeste, América, Gran Bretaña y Francia evaluaban las pérdidas y reflexionaban sobre cómo reconstruir el mundo.

Por eso se unieron los dos bandos. Y el 24 de junio de 1948, los comunistas decidieron bloquear la parte occidental de la ciudad. Cortaron el paso a la comida y los abastecimientos de más de dos millones de alemanes para extinguir la última llama de libertad en Alemania.

Nuestras fuerzas no podían competir contra el Ejército Rojo, mucho mayor. Pero la retirada hubiera permitido que el Comunismo se extendiera por gran parte de Europa. Donde acabó la última guerra, otra Guerra Mundial hubiera podido empezar fácilmente. Todo lo que se erguía en el camino era Berlin.

Y en aquel momento empezó el puente aéreo; el rescate más grande y más improbable de la historia, llevó alimentos y esperanza al pueblo de esta ciudad.

Las apuestas iban en contra del éxito. En el invierno, una pesada niebla llenó el cielo y muchos aviones tuvieron que dar vuelta atrás sin poder llevar el necesario abastecimiento. Las calles donde estamos ahora estaban llenas de familias hambrientas, sin cobijo del frío.

Pero en las horas más oscuras, el pueblo de Berlin mantuvo viva la llama de la esperanza. El pueblo de Berlin se negó a rendirse. Y un día de otoño centenares de miles de berlineses vinieron aquí, a Tiergarten y oyeron al alcalde de la ciudad implorar al mundo a que no abandonara la libertad. "Sólo hay una posibilidad" dijo "que nos mantengamos unidos hasta que ganemos esta batalla... El pueblo de Berlin ha hablado. Hemos cumplido con nuestro cometido y lo seguiremos haciendo. Pueblos del mundo: hagan su cometido ahora... ¡Pueblos del mundo, mirad Berlin!

¡Pueblos del mundo, mirad Berlin!

Mirad Berlin, donde alemanes y americanos aprendieron a trabajaron juntos y a confiar los unos en los otros, apenas tres años después de enfrentarse en el campo de batalla.

Mirad Berlin, donde la determinación de la gente se alió a la generosidad del Plan Marshall y creó un milagro alemán; donde la victoria sobre la tiranía vio nacer la OTAN, la alianza más grande nunca creada para defender nuestra seguridad común.

Mirad Berlin, donde las marcas de las balas en los edificios y las sombrías piedras cerca de la Puerta de Brandenburgo persisten para que nunca nos olvidemos de nuestra humanidad compartida.

Pueblos del mundo, mirad Berlin, donde un muro cayó, un continente se unió y la historia demostró que no hay desafío demasiado grande para que el mundo sea uno.

Sesenta años después del puente aéreo, estamos aquí otra vez. La historia nos ha llevado a un nuevo cruce de caminos, con una nueva promesa y un nuevo peligro.

Cuando vosotros, el pueblo alemán, derribasteis el muro – un muro que dividía este y oeste; la libertad y la tiranía; la esperanza y el miedo, muros cayeron en todo el mundo. Desde Kiev a Ciudad del Cabo, se cerraron campamentos de prisioneros y las puertas de la democracia se abrieron. Los mercados se abrieron también y la extensión de la información y la tecnología redujeron las barreras a la oportunidad y la prosperidad.

Mientras el Siglo XX nos enseñó que compartimos un mismo destino, el Siglo XXI nos está revelando que el está mundo más interconectado que nunca antes en la historia.

La caída del muro de Berlin trajo una nueva esperanza. Pero esta misma cercanía ha dado pie a nuevos peligros; peligros que no se pueden contener dentro de fronteras y por la distancia de un océano.

Los terroristas del 11 de septiembre complotearon en Hamburgo y se entrenaron en Qandahar y Karachi antes de matar a miles de personas de todo el mundo en tierra americana.

Mientras hablo, coches en Boston y factorías en Beijing están derritiendo la capa de hielo del Ártico, reduciendo las costas del Atlántico y trayendo sequía a las granjas de Kansas y Kenia.

Material nuclear mal protegido de la ex Unión Soviética o secretos de un científico en Pakistán podrían ayudar a construir una bomba que estallará en París. La amapola de Afganistán se convierte en la heroína de Berlin. La pobreza y la violencia de Somalia nutre el terror de mañana. El genocidio de Darfur es una vergüenza para la conciencia de todos.

En este nuevo mundo, estas peligrosas tendencias se mueven más rápido que nuestros esfuerzos para contenerlas.Por ello no nos podemos permitir estar divididos.

Ninguna nación, por muy grande o poderosa que sea, puede vencer tales desafíos sola.

Ninguno de nosotros puede negar estas amenazas, o huir de la responsabilidad de enfrentarse a ellas.

Sin embargo, ante la ausencia de los tanques soviéticos y el terrible muro, se ha vuelto fácil olvidar la verdad. Y si somos honestos con nosotros mismos, sabemos que a veces, en ambas orillas del Atlántico, nos hemos dividido y hemos olvidado nuestro destino compartido.

En Europa, la opinión de que América es parte de lo que se ha torcido en nuestro mundo, en vez de una fuerza para ponerlo a bien, es demasiado común.

En América, hay voces que se mofan o niegan la importancia del papel de Europa en nuestra sociedad y nuestro futuro.

Ambas opiniones están lejos de la verdad; los europeos hoy tienen nuevas cargas y están asumiendo más responsabilidad en regiones importantes del mundo y por otra parte las bases americanas construidas en el último siglo siguen ayudando a defender la seguridad de este continente; nuestro país sigue sacrificando mucho para la libertad en el mundo.

Sí, ha habido diferencias entre América y Europa. No hay duda de que las habrá en el futuro. Pero las cargas de la ciudadanía global siguen uniéndonos. Un cambio de liderazgo en Washington no levantará esta carga.

En este nuevo siglo, americanos y europeos tendrán que hacer más , no menos.La asociación y la cooperación entre naciones no es una elección; es la única manera, la única manera de proteger nuestra seguridad común y avanzar en nuestra humanidad común.

Por ello el mayor peligro de todos es dejar que nuevos muros nos dividan los unos de los otros.

Los muros entre viejos aliados en ambas orillas del Atlántico no se pueden mantener.

Los muros entre países que lo tienen todo y los que tiene poco no se pueden mantener.

Los muros entre razas y tribus; nativos e inmigrantes; cristianos y musulmanes y judíos no se pueden mantener.

Estos son los muros que tenemos que derribar ahora.

Sabemos que han caído antes.

Después de siglos de luchas, Europa ha formado una Unión de promesas y de prosperidad.

Aquí, en la base de una columna construida para marca la victoria en la guerra, nos unimos en el centro de una Europa en paz. No sólo se vinieron abajo los muros en Berlin, sino que se vinieron abajo también en Belfast, donde protestantes y católicos encontraron una manera de vivir juntos; en los Balcanes, donde nuestra Alianza Atlántica acabó una guerra y llevó a criminales de guerra brutales ante la justicia; y en Sudáfrica, donde la lucha de un pueblo valiente venció al apartheid.

La historia nos recuerda que se pueden derribar los muros. Pero la tarea nunca es fácil. Una colaboración y un progreso real requieren un trabajo sin descanso y un sacrificio sostenido.

Requieren compartir las cargas del desarrollo y de la diplomacia; del progreso y de la paz.

Requieren que los aliados se escuchen los unos a los otros y sobretodo, confíen los unos en los otros.

Por ello América no puede mirar hacia dentro.

Por ello Europa no puede mirar hacia dentro.

América no tiene un mejor socio que Europa.

Ahora es el momento de construir nuevos puentes por el mundo, tan fuertes como el que unió ambas orillas del Atlántico.

Ahora es el momento de unirnos, por una cooperación constante, por instituciones fuertes, un sacrificio compartido, en un compromiso compartido para el progreso, para encarar los desafíos de Siglo XXI.

Fue este espíritu que llevó los aviones a los cielos encima de nuestras cabezas, y que unió a a gente donde hoy nos reunimos.

Y éste es el momento cuando nuestras naciones – todas las naciones – tienen que apelar a este espíritu de nuevo.

Ahora es el momento para que venzamos al terror y sequemos el pozo del extremismo que lo sustenta. Esta amenaza es real y no podemos evitar la responsabilidad de combatirla.

Si pudimos crear la OTAN para encararnos a la Unión Soviética, nos podemos unir en una nueva asociación global para desmantelar las redes que golpearon en Madrid y en Amán; en Londres y en Bali; en Washington y en Nueva York.

Si pudimos ganar una batalla de ideas contra los comunistas, podemos estar al lado de la gran mayoría de musulmanes para rechazar el extremismo que lleva al odio en vez de a la esperanza.

Ahora es el momento para que renovemos nuestra resolución para derrotar a los terroristas que amenazan nuestra seguridad en Afganistán y a los traficantes que venden drogas en vuestras calles. Nadie da la bienvenida a la guerra.

Reconozco que hay grandes dificultades en Afganistán. Pero mi país y el vuestro tienen la apuesta de hacer que la primera misión de la OTAN fuera de las fronteras de Europa sea un éxito. Para el pueblo de Afganistán, y para nuestra seguridad compartida, tenemos que hacer el trabajo. América no lo puede hacer sola.

El pueblo afgano necesita nuestras tropas y vuestras tropas; nuestro apoyo y vuestro apoyo para vencer a los talibanes y a Al Qaeda; para desarrollar su economía y para ayudarlos a reconstruir su nación. Tenemos demasiado en juego para dar la vuelta atrás ahora.

Por eso ahora es el momento para que renovemos el objetivo de un mundo sin armas nucleares. Las dos superpotencias que se enfrentaron de un lado y de otro del muro de esta ciudad llegaron demasiado cerca a destruir todo lo que construimos y todo lo que queremos.

Ahora que ha desaparecido aquel muro, necesitamos no mirar impasibles cómo se extiende más el mortífero átomo. Es el momento de asegurar todo el material nuclear, de parar la extensión de las armas nucleares y de reducir los arsenales de otra era. Es el momento de empezar a buscar la paz de un mundo sin armas nucleares.

Ahora es el momento cuando cada nación en Europa tiene que tener la oportunidad de elegir su propio futuro, libre de las tinieblas del ayer. En este siglo, necesitamos una Unión Europea fuerte que fortalezca la seguridad y la prosperidad de este continente, mientras extiende una mano fuera de sus fronteras. En este siglo – en esta ciudad de todas las ciudades – tenemos que rechazar la mentalidad de la Guerra Fría del pasado y estar resueltos a trabajar con Rusia cuando podemos, defender nuestros valores cuando tenemos que hacerlo y buscar la colaboración que se extiende por todo este continente.

Ahora es el momento cuando tenemos que construir en la riqueza que los mercados abiertos han creado y compartir los beneficios más equitativamente. El comercio ha sido la piedra angular de nuestro crecimiento y nuestro desarrollo global. Pero no podremos mantener este crecimiento si sólo favorece a unos pocos, en vez de a todos. Juntos, tenemos que forjar un comercio que recompensa realmente el trabajo que crea la riqueza, con protecciones importantes para nuestros pueblos y nuestro planeta. Ahora es el momento para un comercio libre y justo para todos.

Ahora es el momento para ayudar a responder a la llamada por un nueva amanecer en Oriente Próximo. Mi país está con el vuestro y con Europa en enviar un mensaje directo a Irán diciendo que tiene que abandonar sus ambiciones nucleares. Tenemos que apoyar a los libaneses que han marchado y sangrado por la democracia, y los israelíes y los palestinos que buscan una paz segura y duradera. Y a pesar de las diferencias del pasado, ahora es el momento para que el mundo apoye a los millones de iraquíes que quieren reconstruir sus vidas, aunque pasemos la responsabilidad al gobierno iraquí y demos por fin cierre a esta guerra.

Ahora es el momento en el que tenemos que unirnos para salvar el planeta.

Resolvamos que no dejaremos a nuestros hijos un planeta donde los océanos suben, el hambre se extiende y terribles tormentas destruyen nuestras tierras.

Resolvamos que todas las naciones – incluyendo el mío – actuarán con la misma seriedad de propósito que vuestra nación par reducir el carbono que emitimos a la atmósfera. Ahora es el momento de devolver a nuestros hijos su futuro.

Ahora es el momento de estar unidos.

Y este es el momento cuando tenemos que dar esperanza a los que se han quedado atrás en un mundo globalizado. Tenemos que recordar que la Guerra Fría que nació en esta ciudad no era un lucha por tierras o por tesoros.

Hace sesenta años, los aviones que sobrevolaron Berlin no lanzaron bombas; llevaron comida, carbón y chuches a niños agradecidos.

Y en esta demostración de solidaridad, aquellos pilotos ganaron más que una victoria militar. Ganaron los corazones y las mentes; amor, lealtad y confianza; no sólo del pueblo de esta ciudad, sino de todos los que oyeron la historia de lo que hicieron.

Ahora el mundo mirará y recordará lo que hacemos aquí, lo que hacemos en este momento. ¿Extenderemos nuestra mano a los pueblos de los rincones olvidados de este mundo que ansían vidas marcadas por la dignidad y la oportunidad, por la seguridad y la justicia? ¿Sacaremos al niño de Bangladesh de la pobreza, daremos cobijo al refugiado de Chad y desterraremos el azote del Sida de nuestros tiempos?

¿Defenderemos los derechos humanos del disidente en Burma, del bloguer en Irán, del votante en Zimbabue? ¿Daremos sentido a las palabras "nunca más" en Darfur?

¿Reconoceremos que no hay ejemplo más poderoso que el que cada una de nuestras naciones da al mundo? ¿Rechazaremos la tortura y defenderemos el estado de derecho? ¿Acogeremos a los inmigrantes de las distintas tierras y rechazaremos la discriminación en contra de los que no se parecen a nosotros, que rinden culto de otra manera que nosotros, y mantendremos la promesa de igualdad y oportunidad para todos nuestros pueblos?

Pueblo de Berlin - pueblos del mundo - éste es nuestro momento. Éste es nuestro tiempo.

Sé que mi país no se perfeccionado. A veces, nos ha costado mantener la promesa de la libertad e igualdad para todo nuestro pueblo. Hemos cometido nuestra parte de errores y hay veces en las que nuestras acciones en el mundo no han estado a la altura de nuestras mejores intenciones.

Pero sé también cuánto quiero a América.

Sé que durante más de dos siglos hemos luchado – a un alto coste y un gran sacrificio – para formar una unión más perfecta; para buscar con otras naciones, a un mundo más esperanzador.

Nuestra lealtad nunca ha sido a una tribu o a un reino en particular; en nuestro país se habla todas las lenguas, cada cultura ha dejado su huella en nosotros, todos los puntos de vista están expresados en las plazas públicas. Lo que siempre nos ha unido, lo que siempre ha conducido a nuestro pueblo, lo que llevó a mi padre a las orillas de América, son los ideales que hablan de aspiraciones compartidas por todos los pueblos: que podemos vivir libres del miedo y libres de la necesidad; que podemos decir lo que pensamos y unirnos con quien queramos y rendir culto como lo deseamos.

Éstas son las aspiraciones que han unido los destinos de todas las naciones en esta ciudad. Estas aspiraciones son mayores que lo que nos podría dividir. Es por estas aspiraciones que el puente aéreo empezó. Es por estas aspiraciones que todos las personas libres – en todas partes – se convirtieron en ciudadanos de Berlin. Es en pos de estas aspiraciones que una nueva generación – nuestra generación – tiene que dejar su huella en el mundo.

Gente de Berlin – y gente del mundo – la escala de nuestro desafío es grande. El camino será largo. Pero vengo ante vosotros para decir que somos herederos de una lucha por la paz. Somos el pueblo de la esperanza improbable. Con un ojo mirando hacia el futuro, con resolución en nuestros corazones, recordemos esta historia y contestemos a nuestro destino y rehagamos el mundo una vez más".

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1 Comments:

Blogger Angelica said...

Recuerdo que para el discurso de Obama yo estaba de vacaciones en Alemania y causo una gran revolución la llegada del presidente a este país. Me gusta viajar, y la verdad que Alemania es un país espectacular para el turismo. Este año planeo obtener Pasajes al Caribe para tomar sol y disfrutar del agua

3:08 a. m.  

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