30 junio 2009

el riesgo futurista

Desde hace unos días llevo tratando de dar forma a una sensación, estirándola para ver si logro transformarla en una idea. Todavía no lo he conseguido pero, al menos, creo que empiezo a reconocer la silueta de una intuición. Alimenta el proceso, sin duda, la música de Radiohead, ese modo en que logran hacer que la tecnología y la emoción converjan en un sonido personal.


Supongo que, porque el calor reblandece la mente, llevo unos días pensando en los futuristas, acercándome a sus textos y sus creaciones esporádicamente, superficialmente. Quizá porque reconozca en el surgimiento de esa vanguardia artística algunas señales de lo que le puede estar ocurriendo a mi generación 100 años más tarde. El desarraigo del pasado, la pasión por la tecnología, la obsesión por la velocidad, están claramente presentes en nuestra manera de percibir y construir la realidad, y aunque estemos sujetas y sujetos a otras muchas influencias, quizá si que convenga aventurar algún mensaje.


Convendría sentarse en algún sitio a charlar sobre la necesidad de que el desarrollo tecnológico vaya acompasado del desarrollo de nuestra responsabilidad ciudadana. Sobre el riesgo, no un riesgo tremendista sino un riesgo melancólico, de que no logremos hacer de la red algo más que un circuito que mejore la calidad de vida de los conectados -de eso ya se ocupan los mercados-, de que no alcancemos la red deseada: el espacio que mejora la calidad de nuestra vida individual, nuestra vida cultural, política y social.


Cada nueva herramienta es una oportunidad que brilla, cierto. Y es necesario actualizarse, aprender, "jugar" con ellas. Pero el brillo no puede deslumbrar. Porque todo deslumbramiento contiene una porción de ceguera, de ceguera intelectual, moral y creativa. Y ahora es cuando me acuerdo de las gafas del soldador, de nuevo la infancia, el pasado, las raíces. Mejor paro. Y punto y final, pero seguido.


Imagen del post: escultura de Boccioni
Posteado mientras escuchaba "House of cards" de Radiohead