el murmullo

En cada minuto de nuestra vida elegimos nuestro nivel de exigencia. Algunas veces tomamos a partir del lugar y del momento, otras teniendo en cuenta al adversario. Habrá quien piense que el Real Madrid supo solventar con éxito el trámite ante el Xerez. 5 goles. Yo prefiero contarme entre quienes piensan que el nivel de exigencia debe marcarselo uno mismo en función de sus propias capcidades. Por eso no disfruté con la victoria, y tan sólo celebré el tanto de V. Nistelroy.
Durante los próximos días se hablará de la ausencia de Xabi Alonso, y la prensa tratará de abrir el debate de si el Real Madrid tiene o no tiene depedencia de él. Pero, con independencia de que Gago no esté a la altura del equipo titular, lo que no puede discutirse es que el equipo no salió enchufado. Y eso en la grada se nota. Y es pronto. Y es un error.
Lo más valioso que tiene el madridismo es la ilusión, una ilusión que se acrecienta y se escapa por murmullos. La acústica del Bernabeu, es lo que tiene: tan fácil es percibir como se expande, como se alimenta el entusiasmo con cada zancada inspirada de Cristiano Ronaldo -evocando aquel murmullo atronador de las contras del Ronaldo brasileño hace ya algunos años-; como escuchar, entre el barullo de comentarios descreidos y desencatados, como caen las pipas al suelo con la misma indolencia dolencia con la que saltaron al campo algunos de los jugadores.
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