como aprender a montar en bicileta
Hace muchos años escribí un pequeño relato. "El amor es como aprender a montar en bicicleta". Recuerdo que fue en un pequeño cuaderno de tapas rojas. Supongo que debe seguir en alguno de mis cementerios emocionales, en alguna de aquellas cajas de cartón que dejé en casa de mis padres, para desesperación de mi madre. No era gran cosa, pero hoy desperté con parte de la melodía en la cabeza.
Recuerdo que hablaba del viento en la cara, de la libertad que se siente la primera vez que miramos hacia atrás rápidamente y tomamos distancia con el pasado. Nada nos sujeta, tampoco nadie. Y también la necesidad de mantener la vista al frente, de saber prestar más atención a lo que está por llegar, que a lo que está ocurriendo. Mantener la cadencia en la pedalada, más allá del temblor en el manillar y las pequeñas oscilaciones en la rueda delantera, porque si no... la caída.
La herida en la rodilla y en el orgullo vienen cuando perdemos la noción de recorrido, la certeza de la continuidad. Sin embargo, también es parte del proceso. Sólo al ver la rueda girando al margen de la tierra, puede llegar a descubrirse que la única manera de mantener el equilibrio, consiste en no dejar de avanzar. Sólo entonces, adiós para siempre a las ruedas pequeñas, en el amor, como en la vida.
Mientras escuchaba "Coles corner" de Richard Hawley
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