13 diciembre 2009

Witless or Wise

Autobús, junto a la ventana. Suena el timbre y se enciende la luz en el pequeño rectángulo de plástico negro y letras rojas: "parada solicitada". Y entonces la memoria. Fue unos cuantos libros atrás, cuando alguien al ver esas dos mismas palabras pensó encontrarse con la definición de suicidio. Y esta mañana el artículo en el periódico sobre la culpa, palabras con aspiración a reconfortar señalando la vía de la responsabilidad. Pasiajes en las autopistas de peaje para la clase media.

Sí, claro, mejor la responsabilidad que la culpa, desde luego por los demás, que tampoco es plan de que vayan pagando tus platos rotos, pero también por uno mismo, porque la culpa atenaza.

Atenaza quieras o no,
aunque mires hacia otro lado,
aunque le des tiempo al tiempo,
aunque trates de pasar página,
ahí sigue el relato,
creciendo,
engordando,
afilando las uñas hasta cuando duermes.

Abres los ojos y ahí está, más frío que un espejo. Cantando que después de la tormenta viene el fin de los tiempos. Moneda en el aire. Cara o cruz, melancolía o vergüenza, te da a elegir. Por cierto, las dos son para siempre y dejan el mismo olor a cerrado en el alma.

Nunca lo fácil es el camino. Si alguna vez sufres, si algún día sientes en tu piel el oxidado contacto de la culpa, recuerdalo. Recuerda que nada es más urgente que la serenidad. Mantén la vista al frente y sonríe. Atrapa la moneda que está en el aire. Es el poder del ahora. Ningún relato está cerrado. Ninguna historia ha terminado. Cada segundo puede marcarse con la palabra deseada .

Neil Halstead: "Witless or Wise"