19 abril 2010

Winesburg

No recuerdo dónde. Puede que fuera en "Una historia de amor y oscuridad", pero casi seguro que no era allí. Hablaba Amos Oz de las dificultadas que vivió para dar el primer paso y comenzar a escribir. Creía que no tenía nada interesante que contar. Hasta que leyó "Winesburg. Ohio", una novela de Sherwood Anderson en la que no se nos cuenta nada fuera de lo común. Entre las páginas de ese libro, unas palabras que -quizá- pudieron servir de interruptor. Es en la vida, en lo cotidiano donde está el misterio.

"Kate Swift se consumía pensando en George Willard. Había creído reconocer la chispa del genio en algunos de los trabajos que había escrito en su época de escolar y quería avivar aquella chispa. Un día de verano había pasado por las oficinas del Eagle y, como el muchacho no tenía nada que hacer, se lo había llevado por la calle Mayor hasta los terrenos de la feria, donde se sentaron a hablar en un bancal cubierto de hierba. La maestra trató de hacerle ver al chico algunas de las dificultades a las que debería enfrentarse como escritor. “Tendrás que conocer la vida”, afirmó con voz seria y temblorosa. Cogió a George Willard de los hombros y le hizo volverse hacia ella para poder mirarlo a los ojos. Cualquiera que pasara para allí habría pensado que estaban a punto de besarse. “Si vas a ser escritor – sería mejor que abandones la idea de escribir hasta que estés mejor preparado. Ahora debes vivir. No pretendo asustarte, pero quisiera que comprendieras el alcance de lo que piensas hacer. No debes convertirte en un mejor mercachifle de las palabras. Lo más importante es que aprendas a saber lo que la gente piensa, no lo que dice”.