30 mayo 2010

1 defensa (moderada) de lo cursi


De entre las peores cosas que le pueden ocurrir a un día es el haber sido previsible. Aunque siempre suele pasar algo imprevisto, pocas cosas rebajan tanto el ánimo como estar a punto de dormir y pensar que no ocurrió nada fuera de lo normal.

Para evitar eso, supongo, debió inventarse lo cursi: arsenal de maneras de dejar a la otra persona con la boca abierta, efecto sorpresa, destierro del pudor, amor de guerrilla como diría Cortázar, y mil variaciones sobre el mismo tema.

Y están bien, sobre el papel siempre están bien. Hasta que vas y te pasas. Te dejas llevar por el espectáculo y piensas que lo que se te ha ocurrido esta vez es tan, tan, tan bonito que no tienes más remedio que llevarlo a cabo. Y te pasas y mucho. Acabas pareciendo un tipo peligroso y eso no te conviene.

Lo que conviene es tener un indicador, algo parecido a un límite de velocidad. Yo tengo a Lionel. Si lo que se me ha ocurrido no está a la altura de este videoclip, sigo adelante. Muchas veces, no me apura confesarlo, he tenido que autocensurarme.

Lionel, aléjate de mi hija. No me gustan tus andares.