22 septiembre 2011

en otra parte


Rescaté el otro día, una de las páginas de uno de mis libros favoritos. Kundera, palabras de actualidad:

"La vida está en otra parte, habían escrito los estudiantes en la pared de la Sorbona [...]

Los estudiantes arrancan el empedrado, vuelcan los coches, levantan barricadas; su entrada en el mundo es bella y ruidosa, está alumbrada por las llamas y festejan las explosiones de las bombas lacrimógenas [...]

Pero a un kilómetro, en la otra orilla del Sena, los actuales dueños del mundo siguen viviendo su vida y perciben el griterío del barrio latino sólo como algo que ocurre a lo lejos.

El sueño es realidad, han escrito los estudiantes en la pared, pero parece que la verdad es precisamente lo contrario: esta realidad (las barricadas, las banderas rojas) ha sido un sueño"


Abruma la velocidad con la que las grandes empresas pueden absorber las emociones de la gente, las ideas conformadas en estados anímicos, el espíritu de la época.

Y quizá merezca la pena poner la sensación en el torno y enriquecerla. Añadir algo más de arcilla.


Vale, cualquier rebelde puede ser un cliente y cualquier comprador puede creerse un revolucionario.

Vale, la cuenta de resultados marca la capacidad de adaptarse al medio social de cualquier corporación, sus posibilidades de supervivencia en tiempo real.

Pero la paradoja está en que el cambio en los mensajes, en que el uso del cambio como mensaje, no va acompañado de un cambio en el producto.

Con la política ocurre algo diferente, las cosas pasan a un ritmo diferente al de estos videos, pero son reales. Cuando cambia el lenguaje es porque hubo cambio político y cuando cambia la política es porque hubo cambio en el lenguaje.