21 julio 2012

cultura


Vivo la cultura como un bien de primera necesidad. Y si las cosas me van muy mal -lo tengo pensado- lo más probable es que deje de comprarme ropa antes de dejar de comprar libros, lo más seguro es que deje de fumar antes de ir al cine, al teatro o a alguna exposición. Dejaría de cenar antes de dejar la música. Es porque creo que a uno le pueden quitar muchas cosas, pero que entre lo último que puede perderse en la vida está lo que alcanzó a emocionarnos, lo que llegamos a aprender. Cuando termino alguna semana dura, me tumbo en el sofá el viernes por la tarde y no me voy a la cama hasta que he terminado un libro que no había abierto antes. Siempre funciona. La cultura alivia. Alivia siempre en los malos momentos y ayuda siempre frente a los grandes desafíos que traen los años. Es la compañía que más libres puede hacernos, lo que más puede inmunizarnos frente a la brutalidad. 

Pero hay más razones para condenar el ataque que sistemáticamente está desplegando la derecha contra la cultura española. Y una de esas razones viene de la economía. El talento, la imaginación el modo en que contamos y compartimos nuestras propias historias, nos hace mejores como seres humanos y también como sociedad, pero además puede dar más autonomía a nuestra economía. Yo no quiero que España compita contra otras naciones por el bajo precio de su mano de obra, ni por la depredación del medio ambiente. Confío en la fuerza que tiene la creatividad, para crear empleos y hacer más fuerte a nuestra economía. Y aspiro a ver llegar la fecha en que la cultura sea vista, por todas y todos, como un sector estratégico para el día a día, y para el día de mañana de nuestro país. 

Por eso, personalmente, sólo puedo sentir un rechazo frontal ante quienes por rencor, o por cualquier otra miseria personal o política, llevan tanto tiempo persiguiendo a tantos autores de nuestro país por el único pecado de haberse expresado en libertad. Hace falta ser memo para pensar que la cultura de nuestro país empieza y termina donde están los creadores más conocidos por el gran público. 

 Hay gente en nuestro país que se levanta todos los días para ir a abrir una librería de barrio, y cines en los que se cuenta la recaudación y se dice en voz baja que no podrá aguantarse mucho más, y chavales que con toda la ilusión del mundo tratan de rodar un corto con el que empezar a tirar hacia adelante, y gente peleándose contra la incertidumbre para darle forma a un poema, a un disco, o a una novela. Y cualquiera de esas personas me merece más respeto que todos los tipos que se han llenado los bolsillos de hormigón en este tiempo.

Veo la subida del IVA que es el último ataque, el último castigo a nuestra cultura; y miro la amnistía fiscal a los defraudadores y sencillamente siento asco. Y necesito expresarlo. Puede que no sirva para mucho, ya lo sé, pero de menos sirve el silencio. El silencio sirve de tan poco como la rabia. Mejor que tampoco especulen con eso: ni con el silencio, ni con la rabia.