04 julio 2012

visión europea

Creo que merece una lectura este artículo de Amartya Sen que publica The guardian, bajo el título: "La Austeridad está debilitando la gran visión europea". 


"El sueño de la unificación de Europa se remonta al siglo XV pero fue el horror de las guerras mundiales del Siglo XX que establecieron su urgente necesidad en nuestros tiempos. El desafío lo describió bien WH Auden a principios de 1939: En la pesadilla de la oscuridad / Todos los perros de Europa ladran / Y las naciones vivas esperan, / Cada una secuestrada en su propio odio.

Es importante recordar que el movimiento para la unificación europea empezó como una cruzada de amistad transfronteriza y unidad política, combinada con el libre movimiento de personas y bienes. Después se le otorgó prioridad a la unificación financiera y la moneda común, lo que empezó, hasta cierto punto, a descarrilar la aspiración original de la unidad europea.  

Los llamados paquetes de “rescate” para las economías aquejadas de Europa han venido de la mano de una insistencia a recortar draconianamente los servicios públicos y los niveles de vida. La dureza y la desigualdad del proceso han crispado los ánimos en los países golpeados por la austeridad y han generado la resistencia – y la no conformidad parcial – que a su vez han irritado a los líderes de los países que ofrecen el “rescate”. Justo lo que los pioneros de la unidad europea querían eliminar, es decir la desafección entre naciones europeas, se ha fomentado por estas políticas profundamente divisivas (ahora reflejadas en la retórica como “esos vagos griegos” o “los mandones alemanes” dependiendo de donde se vive).

En consecuencia, el coste de las políticas economías malogradas va más allá de las vidas económicas (aunque sean importantes). No hay peligro de volver al año 1939 pero no ayuda que en Europa estén los perros ladrando y que esté secuestrada en el resentimiento y el desprecio – o incluso el odio. En la economía, también, las políticas han sido seriamente contraproducentes, con la caída de los ingresos, altos niveles de paro y la desaparición de servicios públicos, sin el efecto curativo esperado de la reducción del déficit.

¿En qué nos hemos equivocado? Es necesario considerar dos cuestiones: una, la naturaleza contraproducente de la política de austeridad impuesta a (o, en el caso del Reino Unido, elegido voluntariamente) gobiernos y dos, una sospecha razonable de la falta de viabilidad del euro común.

El atractivo moral de la austeridad es engañosamente alto (“si duele, tiene que estar haciendo algo bueno”) pero su inefectividad económica ha sido clara por lo menos desde que Keynes desacreditó el “remedio de la austeridad” en la Gran Depresión de los años 1930, con el desempleo y la capacidad ociosa debida a la falta de una demanda efectiva. También es contraproducente para reducir los déficits públicos porque la austeridad tiende a deprimir el crecimiento económico y a reducir así los ingresos de un gobierno. Mucho de la eurozona se ha encogido en vez de expandirse desde el inicio de estas políticas.

Sin embargo, tenemos que ir más allá de Keynes para entender el daño hecho por el culto equivocado a la austeridad. Tenemos que preguntarnos para qué sirve el gasto público – además de reforzar la demanda efectiva (en la que se concentró Keynes, enfocando el gasto mismo, en vez de los servicios que apoyaba). Recortes salvajes en los servicios públicos importantes debilitan lo que había aparecido como un compromiso social en Europa en los años 1940 y que llevó al nacimiento del estado del bienestar y los servicios nacionales de sanidad, estableciendo un gran ejemplo de responsabilidad pública del que todo el mundo aprendería.
Mirando el segundo problema – el euro, con tipos de cambio fijos para todos los países de la zona – las economías que se alejan en la carrera de la productividad tienden a desarrollar la falta de competitividad en sus exportaciones, como países como Grecia, España y Portugal ya están experimentando. La competitividad puede, por supuesto, por lo menos en parte recuperarse por el recorte de los salarios y de los niveles de vida pero esto llevaría a más sufrimiento (mucho del cual sería innecesario) y generaría una resistencia popular comprensible. Grandes incrementos en la desigualdad entre regiones se pueden remediar, por supuesto, por migraciones a gran escala dentro de Europa (por ejemplo, de Grecia a Alemania). Pero es difícil asumir que flujos persistentes de poblaciones a los mismos países no podrían generar resistencia allí.
La inflexibilidad de los tipos de cambio fijos del euro es inherentemente problemática cuando los resultados económicos de los países siguen siendo tan dispares. Una moneda unificada en un país federal políticamente unido (como los EEUU) sobrevive por mecanismos de ajustes (como grandes migraciones internas y transferencias sustanciales) que aún no pueden ser una norma en una Europa políticamente desunida.

Si las políticas económicas europeas han sido económicamente malsanas, socialmente desestabilizadoras y normativamente contrarias a los compromisos que emergieron en Europa después de la segunda guerra mundial, han sido políticamente ingenuas también. Las políticas se eligieron por líderes financieros con poco ademán de tener una discusión pública seria sobre el asunto.

 La toma de decisión sin una discusión pública – la práctica estándar en la creación de políticas financieras europeas – no sólo no es democrática, sino que es ineficiente en términos de generar soluciones prácticas razonadas. Por ejemplo, la seria consideración de los tipos de reformas institucionales hartas necesarias en Europa – no sólo en Grecia -  ha estado dificultada, en vez de ayudada, por la pérdida de claridad en la distinción entre la reforma de malas disposiciones administrativas de un lado (como la evasión fiscal, el favoritismo en la administración pública o la preservación de las edades demasiado bajas de jubilación) y de otro, la austeridad bajo la forma de recortes sin piedad en los servicios públicos y la seguridad social básica. Los requisitos para una supuesta disciplina financiera han amalgamado las dos en un mismo paquete, aunque cualquier análisis de justicia social evaluaría las políticas para la necesaria reforma de una manera totalmente diferente que como recortes despiadados en importantes servicios públicos.

Los problemas que estamos viendo en Europa hoy son principalmente el resultado de errores políticos: el castigo por una mala secuenciación (la unidad monetaria primero, la unidad política luego); el razonamiento económico equivocado (incluyendo ignorar las lecciones económicas Keynesianas así como dejar de lado la importancia de los servicios públicos para los pueblos europeos); la autoritaria toma de decisiones; la confusión intelectual persistente entre la reforma y la austeridad. Nada en Europa es tan importante hoy día como un reconocimiento lúcido de lo que ha ido tan mal en la implementación de una gran visión para una Europa unida".