15 diciembre 2012

Una dama extraviada / Willa Cather


“Una dama extraviada” de Willa Cather es una obra que destaca por la limpieza de su lenguaje. No puede caber más naturalidad en menos páginas. Nada sobra y nada falta, es como un haiku hecho novela. Y es también una reflexión sobre la belleza. 

Dos momentos para el recorrido del ser humano: la fascinación y el desencanto. La fascinación que provoca la belleza, y el desencanto que deja se oquedad.

Estetizar es un riesgo en el que siempre se tropieza más de una vez. Volverá a caer quien sintió en una ocasión que la belleza –por el sólo hecho de ser belleza- tendría forzosamente que cobijar la generosidad y la sabiduría, la bondad. Volverá a caer aunque la piedra sea distinta. 

Caerá por el lado del tiempo que va ajándolo todo, o caerá porque la verdad acabe derrotando a una esperanza que sólo puede ser terca, torpe y equivocada.

Un par de líneas de aquel libro, sobre ella: “Siempre tenía el poder de sugerir cosas mucho más bellas que ella misma, igual que el perfume de una única flor puede invocar toda la dulzura de la primavera”.

Capacidad de evocar. Casi siempre la belleza sólo es eso, belleza y nada más. Las más de las veces es un pozo que no da agua. Y aceptarlo es el camino para poder apreciar de verdad la desnudez. Y disfrutarla sin engaños.

La bondad es otra cosa, desde luego, y claro que pueden ir juntas, claro. Pero si encontrar la belleza ya es difícil, de alcanzar la belleza con bondad, o mejor dicho, de alcanzar la bondad con belleza... mejor... ya… ni hablamos...