15 agosto 2013

Las palmeras salvajes, Faulkner


Tiempo habrá para hablar sobre la estela de este hombre. Ya repasaré las notas tomadas mientras las lecturas -ese otro cuaderno de viaje-. No será ahora. Ya hablaré de lo que va quedando en la garganta mientras las páginas avanzan y uno para. Parar para recordar cómo fue el sabor de aquella botella con escorpión dentro.

De momento va un destello, una estrella fugaz en una novela de anverso y reverso, hilada tal vez en torno a la banalidad de la justicia humana, aunque para mí eso y su genialidad sea ahora lo de menos. Se trata ahora de otra cosa. Hay algo entre esas palmeras que se me conecta con Rayuela -sin duda el libro-. Todavía no alcanzo a verbalizarlo y poco importa, de hecho nada, porque lo bueno, lo mejor es esto:

"Dicen que el amor muere entre dos personas. Eso no es cierto. No muere. Lo deja a uno, se va si uno no es digno, si uno no lo merece bastante. No muere; es uno el que se muere".