declaración de intenciones
Haciendo números, calculo que habré escrito a lo largo de los últimos cinco años algo más de un millón de palabras. Es ahora cuando comienzo a sentirme preparado. Ya va siendo hora de contar una historia. He ido reuniendo algunas, pero se por cuál quiero empezar.
Desconozco cuánto tiempo me llevará, es posible que no antes de 2013, pero cada vez me inquieta menos. Fuera presiones. Quiero hacer un buen trabajo. Más que cualquier otro empeño, me guía el deseo de acompañar a los demás, a quienes cogen el metro conmigo por la mañana y van leyendo.
Al final se trata de eso: los tiempos pueden ser peores o mejores, los trayectos más lentos o más veloces, pero ocurra lo que ocurra, siempre son necesarias las historias para desenvolvernos en el viaje que es la vida.
Tejemos o tomamos prestados relatos para poder acceder a nuevos lugares, a los demás y a nosotros mismos, primero para entendernos, luego para comprendernos, después ya se verá.
También para tratar de contenernos, a ver si así llegamos a creernos nuestras propias mentiras y tiramos hacia delante, dejando lo que dejemos atrás, después ya se verá.
Hay más, claro. Es lo humano, en cualquiera de nosotros hay de todo, y quiero escribir para reivindicarlo.