28 abril 2013

Santuario, Faulkner



"El tiempo no es una cosa tan mala después de todo. Usándolo correctamente, se puede estirar cualquier cosa, como si fuera una goma, hasta que se rompe por algún sitio, y te encuentras con toda la tragedia o la desesperación reducidas a dos bultitos entre el índice y el pulgar de cada mano".

Cada vez que publicó un libro, el autor de las palabras anteriores se acercó a casa de su madre para regalar un ejemplar. Lo hizo con todas sus obras menos con esta. Faulkner escribió "Santuario" en plena recesión económica, necesitando dinero. Fue un éxito. 

Desde que descubrí esa anécdota -inmerso como andaba ya en el deseo de estudiar a los autores norteamericanos de entreguerras- decidí leerme cuanto pudiese de este escritor a ver si así encontraba una respuesta válida para resolver ese pequeño misterio. Avanzar por ese lenguaje pantanoso ha sido descubrir el pensamiento y la expresión de uno de los hombres más influyentes en la cultura accidental. 

Tiempo habrá para hablar de ello, por el momento me conformo con reconocer algo que nunca me había planteado: la tremenda carga de paciencia y sensibilidad que hace falta para poder escribir sobre la violencia y la brutalidad. Y también la responsabilidad que conlleva el no convertirlas en producto de consumo. 




08 abril 2013

Lucy Gayheart - Willa Cather

Han pasado algunos meses desde que terminé una novela en la que volví a pensar esta mañana: "Lucy Gayheart" de Willa Cather. De esas que se leen del tirón en el sofá, durante una noche. Escrita en tres partes tremendamente pulidas, con ese lenguaje desprovisto de cualquier adorno que tan bien vale para adentrarnos en las aguas turbulentas del alma humana y no perder la visión.

Los pasos previos de un recuerdo, el modo en que toma forma y la manera en que te agarra para siempre y no te suelta; de eso va esta historia: de cómo las personas vamos pasando por los años tratando de reconciliarnos con aquella vez en la que decepcionamos a alguien y además a nosotros mismos; de cómo los muchos años pueden disolver el remordimiento y mantener inalterable en la memoria lo que fue belleza y fue verdad.

"En los pueblos, las vidas de las personas discurren muy cerca las unas de las otras; los odios y los amores palpitan sueltos, casi tocándose las alas. En la misma acera por la que pasa todo el mundo, si es que uno ha llegado a marcharse alguna vez, es inevitable pasar un día a muy pocos centímetros del hombre que te engañó y te traicionó o de la mujer a la que deseas más que anda en el mundo. Su falda pasa a tu lado. Das los buenos días y sigues de largo. Es imposible no rozarse. En el resto del mundo las posibilidades de huir no son tan escasas".