30 marzo 2008

Job


"Corrió por las calles sin una meta, siempre por el centro, un coloso de color negro y marrón. Radiaba a través de la nieve blanca, hasta que se hundió en ella. Se enredó en los vestidos, se derrumbó, se levantó con una agilidad asombrosa y siguió a la carrera, sin saber aún hacia dónde iba, aunque le pareció como si los pies corrieran por sí mismos hacia algún objetivo que su cabeza aún no conocía. El crepúsculo caía más rápido que los copos. Las primeras luces amarillas empezaron a brillar. Las pocas personas que salían de sus casas para cerrar las persianas, volvían la cabeza hacia Deborah y la seguían con la vista durante un buen rato, a pesar de que tenía frío. Deborah corrió en dirección al cementerio. Cuando alcanzó la pequeña cerca de madera, volvió a caerse. Hizo un esfuerzo. La puerta no quería ceder. La nieve la había bloqueado. Deborah se arrojó contra la cerca y la empujó con el hombro. Ya estaba dentro. El viento ululaba sobre las tumbas. Los muertos parecían más muertos que nunca. Del crepúsculo surgió rápidamente la noche, negra, negra e iluminada por la nieve. Deborah se dejó caer ante una de las lápidas de la primera fila. Con los puños cerrados despejó la nieve, convencida de que su voz llegaría más fácilmente hasta el muerto si la amortiguadora capa entre su oración y el oído de aquel bendito desaparecería. Y entonces un grito salió del interior de Deborah, un grito que sonó como un rugido de un cuerno en el que hubiera embutido un corazón humano. Aquel grito se esuchó en toda la ciudad, pero fue olvidado de inmediato. Pues el silencio que le siguió nunca volvió a oírse. Deborah sólo balbució un suave gemido a breves intervalos. Un suave gemido materno que se tragó la noche, que la nieve enterró y que tan sólo percibieron los muertos”

Palabras de Joseph Roth en "Job"
Escrito mientras escuchaba "Sweet Jane" versionado por Cowboy Junkies

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