26 abril 2010

shame

Bajo el peso de la vergüenza social, como si no cupiera otra opción, quedó la vida reducida al callejón de las miradas vecinas. De madrugada, firmó el acta de rendición y a pasar página. En el acta del tribunal público puede leerse: “inocente por falta de pruebas”.

Pasó el tiempo.

Sin darse cuenta, una vez, al caminar, no buscó el reflejo en un escaparate. Lo había hecho siempre, desde la infancia. Ocurrió lo mismo con la ventanilla de un autobús, prefirió no cruzarse con su propia mirada. Fueron acumulándose los gestos, crecía la suma de micro-huidas.

Comenzó a llover y pasó el tiempo.

Un sábado, mientras se hacía el café, descolgó uno a uno todos los espejos de la casa. Ya era oficial, comenzaba la vida en el mundo antirreflectante.

Empezó a nevar y pasó el tiempo.

Atardecía sobre el banco del parque, lejos de la fuente. Fue cuando escuchó la voz de su sombra: “ahora que estamos a solas, he de hablarte. Soy yo quien se avergüenza y tú quien te equivocaste”.

19 abril 2010

Winesburg

No recuerdo dónde. Puede que fuera en "Una historia de amor y oscuridad", pero casi seguro que no era allí. Hablaba Amos Oz de las dificultadas que vivió para dar el primer paso y comenzar a escribir. Creía que no tenía nada interesante que contar. Hasta que leyó "Winesburg. Ohio", una novela de Sherwood Anderson en la que no se nos cuenta nada fuera de lo común. Entre las páginas de ese libro, unas palabras que -quizá- pudieron servir de interruptor. Es en la vida, en lo cotidiano donde está el misterio.

"Kate Swift se consumía pensando en George Willard. Había creído reconocer la chispa del genio en algunos de los trabajos que había escrito en su época de escolar y quería avivar aquella chispa. Un día de verano había pasado por las oficinas del Eagle y, como el muchacho no tenía nada que hacer, se lo había llevado por la calle Mayor hasta los terrenos de la feria, donde se sentaron a hablar en un bancal cubierto de hierba. La maestra trató de hacerle ver al chico algunas de las dificultades a las que debería enfrentarse como escritor. “Tendrás que conocer la vida”, afirmó con voz seria y temblorosa. Cogió a George Willard de los hombros y le hizo volverse hacia ella para poder mirarlo a los ojos. Cualquiera que pasara para allí habría pensado que estaban a punto de besarse. “Si vas a ser escritor – sería mejor que abandones la idea de escribir hasta que estés mejor preparado. Ahora debes vivir. No pretendo asustarte, pero quisiera que comprendieras el alcance de lo que piensas hacer. No debes convertirte en un mejor mercachifle de las palabras. Lo más importante es que aprendas a saber lo que la gente piensa, no lo que dice”.


12 abril 2010

a solas

"Eres la compañía con quien hablo
de pronto, a solas.

Te forman las palabras
que salen del silencio.
Y del tanque del sueño en que me hago.
Ciego hasta despertar.

Tu mano [...]
endurece la prisa de mi mano
y conduce la pluma
que traza en el papel su litoral [...]

Pero el menor ruido te ahuyenta
y te veo salir
por la puerta del libro
o por el atlas del techo,
por el tablero del piso
o la página del espejo,
y me dejas
sin más pulso ni voz y sin más cara,
sin máscara como un hombre desnudo
en medio de una calle de miradas".

Versos de Xavier Villaurrutia

05 abril 2010

directa(mente)

Nos bajamos del taxi Keko, la tarta y yo, casi en el portal de Javier. Allí aguardaba un mensaje. La huella de una emoción químicamente pura, desnuda de sofistificación, rebosante de esa energía que sólo pueden transmitirnos las fuerzas incontenibles. Palabras para que el mundo gire.

02 abril 2010

serenade


"-Ahora entiendo por qué la gente mira las fuentes o el mar: porque no se detienen. El agua se mueve y continúa moviéndose, la marea se retira y luego regresa y sigue yendo y viniendo de aquí para allá. Es como...- La oyó cambiar de postura, notó que se incorporaba en la cama, aunque sin tender la mano hacia él-. Es como ese botón que hay en los aparatos de música, esos reproductores personales pequeñitos, siempre tienen un botón que te permite repetir no sólo el album sino la canción, una sola canción. Han provisto que querrás repetir una canción una y otra vez, de modo que esos tres o cuatro minutos permanezcan y tú puedas mantener ese tiempo fijo en tu cabeza, hacerlo retroceder, plegarlo de nuevo. Saben que desearás hacerlo. Eso quiero yo. Sólo tres o cuatro minutos que vuelvan.- Le dió miedo oírse decir esas cosas y se interrumpió. Entonces advirtió que ella estaba respirando de aquella manera peculiar, preludio del llanto".

Palabras de A. L. Kennedy en el relato "Frank", perteneciente a "El libro de los otros", compilado por Zadie Smith.


Emiliana Torrini, tocando "Serenade".