29 febrero 2012

didi


Algo pasa, podría verlo cualquiera, cualquier buen observador o quienquiera que, como yo, tenga la suerte de revisar los fotogramas sueltos de la secuencia; las fotografías más recientes.

Mira, está pasando, esta es de hace dos o tres semanas, en el parque y fíjate en el dibujo de su ceja, en todo lo que tiene de sospecha, de planteamiento de problema, de pregunta de largo recorrido. Dale al zoom ¿Ves?

Ahora esta otra, la siguiente; era por la mañana, muy temprano, y sin embargo el gesto enérgico y tenaz impreso en su la boca, los labios tan apretados, la búsqueda de conexión, la persecución de un sentido.

Y va a más, cada vez a más, todos los días; fíjate, da igual la hora o el lugar, deben ser más de 100 las fotografías y esincreíble: no hay excepción. En cada imagen su mirada reflejando el procesar del pensamiento, el esfuerzo para configurar la fórmula y desvelar el misterio. La intensidad.

No tardará en hacerlo.

Diego, que tiene dos años, está muy cerca de conquistar la respuesta, de comprender qué es lo que ocurre cuando estamos jugando, o paseando, o columpiándonos, o bañándonos, o leyendo, o bailando, o señalando aquel avión en el cielo, o gritando autobús cada vez que uno pasa, y de golpe voy y paro, y cojo la cámara y click para congelar nuestra brizna de tiempo y abrir la posibilidad de volver al momento, dentro de poco o de mucho tiempo, juntos o por separado, que también será otra manera de juntarnos.

Estremece verle crecer, sentir como su mente se va extendiendo con estas cosas, como aprende a deducir con la lógica que compartimos todos, y como sabe ir desplegando su propio pensamiento mágico, su imaginación ante el enigma y su creatividad ante cada expresión que ofrece la vida.

Bailemos, hijo, bailemos. Claro que sí.



14 febrero 2012

salvo emoción y humildad



"Ya que podía observar, le parecía bien observar y callar con los ojos cansados pero abiertos hacia la profunda oscuridad.

Y si se tiene que enfocar la mirada y mantenerse vigilante durante horas y días, incluso años, es lo mejor que puede hacerse, con la esperanza de que se repita un momento mágico, imprevisto, uno de esos momentos en que la oscuridad brilla durante un segundo y entonces viene un centelleo, un fulgor rápido que no podemos permitirnos perder ni retener distraídamente, porque tal vez nos señala que no tenemos nada, salvo emoción y humildad".

Palabras de Amos Oz en "Conocer a una mujer"



10 febrero 2012

haine


Libro de tumbona piscinera o butacón de chimenea, apropiado también para muchos trenes y algunas bañeras, pocas.

En las dos mejores páginas, que son memorables, puede leerse como se acerca un hombre a la ventana: parece que es ella quien viene cuarenta años más tarde. La historia de un amor que regresa, no hubo lugar para el olvido.

A partir de entonces, el valor de una promesa, la respiración de un tiempo que termina, la luz en la nieve. La soledad como imposible.

Y a lo largo de toda la novela algunas verdades sencillas, como escritas a mano, aquí una:

"El odio puede ser fuente de energía sólo por un tiempo limitado. Nos infunde la ilusión de ser fuertes pero, ante todo, es un parásito que nos devora".

El libro "Zapatos italianos", el autor Mankell.

La música, Brigitte, dos atormentadas adorables. Por cierto, Café Carmen, París.

07 febrero 2012

crónica de piedra

"... Me sucedía algo desconcertante. Palabras y frases que había oído cientos de veces comenzaron de pronto a adquirir un nuevo sentido. Las palabras se liberaban de su propio significado cotidiano. Las frases compuestas de dos o tres palabras se descomponían de modo torturante.

Si oía decir: "me hierve la cabeza", mi mente, contra mi propia voluntad, se representaba de inmediato una cabeza cociéndose en una cazuela con judías...

Las palabras poseían una energía determinada en su estado sólido, normal. Y cuando comenzaron a derretirse, a descomponerse, emitían una energía terrible. Me aterraba ese proceso de descomposición. Trataba por todos los medios de impedirlo, pero me resultaba imposible"

Palabras de Ismail Kadaré en "Crónica de piedra"