Todorov, "El miedo a los bárbaros"
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La acción de cualquier Gobierno ante la crisis tiene dos vertientes: la política económica y la política de comunicación. Mi tesis es que Gordon Brown ha sabido desenvolverse bien en los dos frentes, Sarkozy tan sólo en el ámbito mediático (desarrollaré estas cuestiones próximamente), mientras que Merkel no ha sido capaz de acertar en ninguno de los dos espacios.
Ángela pertenece a una especie de políticos en extinción. Lo espectacular también protagoniza la vida pública y ella es muy del siglo XX. Steinmeier no parece ser un líder dinámico, capaz de "llenar la pantalla" como se dice en el argot. Sin embargo cuenta con una baza que no puede menospreciarse la política socialdemócrata, no en vano el lema del SPD es ahora "La Alemania social".
En mi opinión, la primera incógnita para el futuro es si el progresivo recrudecimieno de la crisis durante los próximos meses, erosionará en la ciudadanía la importancia de la política mediáica en beneficio de la política económica, esto es, de la política social.
La segunda es, en caso de que esto suceda, si el SPD será capaz de ofrecer a los alemanes un proyecto de Gobierno verdaderamente socialdemócrata, centrado en la protección de los más desprotegidos y orientado a revitalizar la economía a través de una decidida acción pública.
La tercera es si Merkel optará por reducir los impuestos (como el PP quiere en España), o si renunciará al modelo neoconservador que ha generado esta crisis global y optará por un proyecto más democristiano.
La cuarta incógnita es qué ocurrirá en la extrema derecha y la extrema izquierda.
Fotograma del post "Psycho"
Video del post "Fuel for life by Diesel"
Escrito mientras escuchaba el Trío nº2 en Mi bemol de Schubert
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"Ahora mismo se libra un intenso debate sobre cuán agresivo tiene que ser el gobierno de Estados Unidos para restablecer la economía. Muchos economistas, entre los cuales me cuento, están llamando a una amplia expansión fiscal para que la economía no entre en caída libre. Otros, sin embargo, se preocupan por el peso excesivo de un déficit presupuestario en las generaciones futuras.
Pero los inquietos por el déficit están en lo falso. En las condiciones actuales, no hay una compensación entre lo bueno a corto plazo y lo bueno a largo plazo; una fuerte expansión fiscal mejoraría de hecho las perspectivas a largo plazo de la economía.
La afirmación de que el déficit presupuestario empobrece la economía a largo plazo se basa en la creencia de que los préstamos gubernamentales “excluyen” las inversiones privadas; el gobierno, emitiendo mucha deuda, provoca la subida de los tipos de interés, que hacen que las empresas estén poco dispuestas a gastar en nuevas sedes o equipamientos y esto a su vez reduce el crecimiento de la economía a largo plazo. En circunstancias normales, habría mucho que decir sobre este argumento.
Pero las circunstancias actuales están muy alejadas de la normalidad. Consideremos lo que ocurriría si la administración Obama escuchara a los detractores del déficit y redujera sus planes fiscales.
¿Nos llevaría a unos tipos de interés más bajos? Sin lugar a dudas, no llevaría a una reducción de los tipos de interés a corto plazo, que están más o menos controlados por la Reserva Federal. La Fed siempre mantiene estos tipos lo más bajos posible – virtualmente en cero – y no cambiaría esta política, salvo si siguiera viendo señales de que la economía amenazase con calentarse demasiado. Y no parece una perspectiva realista en un futuro cercano.
¿Y qué pasa con tipos de interés a más largo plazo? Estos tipos, que están ya en su nivel más bajo en los últimos 50 años, reflejan principalmente la previsión de tipos de interés a corto plazo en el futuro. La austeridad fiscal podría rebajarlos aún más; pero sólo creando las expectativas de que la economía se mantendrían en depresión durante mucho tiempo, lo que sólo reduciría y no incrementaría, la inversión privada.
La idea de que una política fiscal rígida cuando una economía está deprimida reduciría la inversión privada no es un argumento hipotético: es exactamente lo que ha pasado en dos episodios importantes de la historia.
El primero ocurrió en 1937, cuando Franklin Roosevelt cometió el error de escuchar los consejos de sus contemporáneos detractores del déficit. Redujo drásticamente el gasto gubernamental, entre otros, recortando la Administración del Progreso de las Obras de mitad e incrementó también los impuestos. El resultado fue una dura recesión y una caída abrupta de las inversiones privadas.
El segundo episodio tuvo lugar 60 años más tarde, en Japón. En 1996-97, el gobierno japonés intentó equilibrar su presupuesto, reduciendo el gasto y elevando los impuestos. Una vez más la recesión que siguió llevó a una caída de las inversiones privadas.
Para que quede claro: no estoy argumentando que intentar reducir el déficit presupuestario siempre perjudica a las inversiones privadas. Se puede decir que la restricción fiscal de los años 90 con Bill Clinton ayudó a alimentar el mayor boom de inversiones de los EE.UU. de aquella década, que ayudó a su vez a provocar una resurgencia del crecimiento en productividad.
Lo que hizo que la austeridad fiscal fuera tan mala idea en el caso de la América de Roosevelt y del Japón de los 90 eran las circunstancias especiales: en ambos casos el gobierno se retrajo ante una trampa de liquidez, una situación en la que la autoridad monetaria había reducido los tipos de interés todo lo que podía y sin embargo la economía seguía operando muy por debajo de su capacidad.
Y estamos en la misma trampa hoy y por ello las inquietudes sobre el déficit están fuera de lugar.
Una cosa más: la expansión fiscal será aun mejor para el futuro de América si una gran parte de la expansión se traduce en inversiones públicas: la construcción de carreteras, la reparación de puentes y el desarrollo de nuevas tecnologías que harán que el país sea más rico a largo plazo.
¿Tendría que contemplar el gobierno una política permanente de funcionar con grandes déficits presupuestarios? Por supuesto que no. Aunque la deuda pública no es tan mala cosa como piensa mucha gente – es al fin y al cabo dinero que nos debemos a nosotros mismos – a largo plazo, el gobierno, como los individuos privados, tiene que igualar sus gastos y sus ingresos.
Pero ahora mismo tenemos un déficit fundamental en gasto privado: los consumidores están redescubriendo las virtudes del ahorro al mismo tiempo que las empresas, quemadas por los excesos del pasado e incapacitados por los problemas del sistema financiero, están reduciendo sus inversiones. A la larga esta brecha se cerrará pero hasta que lo haga, el gasto gubernamental tiene que reactivar la productividad. Si no, las inversiones privadas, y la economía en su conjunto, caerán aún más.
Al fin y al cabo, la gente que piensa que la expansión fiscal hoy es mala para las generaciones futuras está totalmente equivocada. El mejor camino, para los trabajadores de hoy y para sus hijos es hacer lo que haga falta para que esta economía se recupere".
Fotograma del post: "Trading places"
Escrito mientras esuchaba "Love story", la primera canción que pude oir de Thomas Dybdahl, un viejo amigo.
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