400 golpes
Al terminar de ver "400 golpes" me pregunté a mi mismo cómo es posible que ese largometraje no haya supuesto un punto de no retorno en la historia del cine. No son muchas las películas que han supuesto un "antes y un después", pero pocas, muy pocas, destilan tanta sensibilidad y tanto compromiso como esta.
Tanta humanidad.
Sin embargo, no es sólo eso lo que hace de "400 golpes" una obra maestra. La limpieza. La renuncia al efectismo, a la facilidad, a lo predecible. Ni un sólo fotograma lleva al espectador de la mano. Ni trampa ni cartón.
Honestidad.
Belleza.
Muchísimos niños en el circo, sus bocas y ojos tan abiertos: inocencia. La expresión de dos de ellos es muy diferente: ya no la tienen. No podríamos decir exactamente cuando ha ocurrido, pero sabemos que ha pasado frente a nuestras narices. Nos damos cuenta de que el cerco comienza a estrecharse, hasta que Antonie con los pies en el mar, gira y nos dice: "estoy atrapado".